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Maldita Happer, maldita su madre, maldito su padre ¡Maldita sea todo el mundo! Ahora por la culpa de la estúpida esa, es pérdida.

Happer no debió de haber ido muy, lejos, prácticamente salió detrás de ella; pateó una roca con furia, la maldita tormenta de nieve no acompañaba en nada.

Escucho unas risas que parecían no estar muy lejos de ella, esperaba que esa fuera Happer que se ría por estar loca.

— ¡Te digo que si! Siempre fui torpe, pero tenía a mi hermana y ella me ayudaba cada vez que hacía algo malo— estaba segura que esa era Happer.

— Estás hablando en pasado ¿Por qué hablas en pasado?— ¿Estaba con un niño?

— Esas cosas ya no suceden, he tratado de todo para hacer que mi hermana me tomé en cuenta pero ella simplemente me ignora.

Como si Happer no supiera porque ella la trataba así, estaba más que claro, algo enojada avanzó hasta donde se veía la cabellera castaña de su hermana y la enfrentó.

— Tú sabes porque lo hago Happer.

— ¿Betty? ¡Betty!— Happer quiso abrazarla pero se apartó. — No sé de qué hablas— contestó sin ánimos.

— ¡Claro que lo sabes!— chilló sin querer.

— Claramente no Betty, llevo preguntándote desde hace tres años y tú nunca me respondes ¡Siempre me ignoras!

— ¡Me ocultas te el hecho de que soy adoptada!— de pronto la tormenta se había detenido.

— ¿Qué?

— ¡Lo que escuchaste!— gritó.

— No sé de qué estás hablando Betty.

—No te hagas Happer, encontré los papeles de adopción en tu cuarto.

— ¿En mi cuarto? Betty, yo nisiquiera sabía eso.

— ¡Deja de fingir!

— ¡No lo hago!— gritó Happer llorosa.

— ¡No peleen— Betty miró al lugar de donde vino la voz.

— ¿Que es eso?— se preguntó.

— Soy Olaf ¡Y me gustan los abrazos!— este corrió hasta su pierna y la abrazó.

Puso los ojos en blancos al ver como el muñeco de nieve jala a Happer también al supuesto abrazo, frunció el ceño al ver una nube negra rodeándoles, más que nube parecía humo.

— ¿Qué está pasando?

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