CAPITULO VEINTITRÉS

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Nos despertamos con los primero rayos de sol. Amaia y yo permanecíamos tumbadas en la cama, la noticia había hecho mella en nuestro cuerpo, parecía que acabábamos de librar una batalla y habíamos quedado cansadas por la emoción. Ella con su cabeza girada hacía mí. Yo con mi mirada perdida en el techo de aquella habitación y con mis manos posadas dulcemente en mi tripa.

- ¡Madre mía! – me atreví a decir – menudo lío de repente.

- ¿Notas algo? – preguntó mi amiga.

- ¡Cómo voy a notar algo! Es demasiado pronto ¿no? – contesté

- No sé – contestó mi amiga resignada

- ¿Qué se supone que debo notar? pregunté de nuevo preocupada - ¡Voy a ser una madre horrible Amaia! Tienes suerte de que Luis sea tu padre – mientras acariciaba de nuevo mi tripa. Amaia sonrió.

- ¿Aitana? giré mi cabeza hacía ella – creo que le voy a pedir a Alfred que me de algo de tiempo.

- ¿Cómo? ¿Pero ha pasado algo?

- El problema es ese, que no ha pasado nada. Lleva más de mes sin pasar nada. Me han ofrecido trabajar desde aquí.

¡Qué bien Amaia! Así podré tenerte cerca – la expresión de mi amiga cambió de repente. – lo siento, soy una egoísta. Yo solo pensando en mí y en mis cosas y tú con tus líos. Tendrías que haberlo dicho cuando has entrado por la puerta.

- ¡No! Pero ¿Qué dices? Por primera vez en meses durante este rato que hemos pasado juntas no he pensado en Alfred y en nuestros líos, eres mi cura. El egoísta es él Aitana. Llevamos dos años en Barcelona por que él tenía sus cosas allí y yo tenía que desplazarme a Madrid cuando tenía algo que hacer. Y ahora que le digo que podríamos mudarnos aquí, me dice que no, que no está preparado, que no le gusta Madrid y que no quiere dejar a sus padres ni su círculo de amigos.

- ¿Eso te ha dicho? ¡Pero si estamos todos aquí!

- Aitana todos no somos su círculo.

- Ya. Alfred siempre ha ido por su cuenta. Escúchame – acaricié su cabeza – tú no te preocupes ¿vale? Puedes estar aquí con nosotros el tiempo que haga falta. Tomate tu tiempo para pensar lo que quieres hacer. No te precipites en tus decisiones o te arrepentirás.

- Tengo que buscarme algo. No puedo estar de gorra aquí con vosotros. Además vais a tener un bebé, necesitáis vuestro espacio.

- Enserio Amaia, que no pasa nada. Seguro que Luis lo entiende, él te quiere mucho.

- Por cierto, ¿Cuándo vuelve?

- No lo sé. Luego le mandaré un mensaje para ver cómo va. – le contesté a mi amiga que seguía mirándome.

- ¿Cómo se lo vas a decir?

- ¡Es verdad! Ya no me acordaba. ¡Dios Amaia! Creo que me va a costar hacerme a la idea ­– volví a tocar mi tripa. – Quiero hacer algo especial. No he estado a la altura estos últimos meses.

- ¿Pero tienes algo pensado? – preguntó mi amiga intentando sacar información.

- Creo que sí. Amaia sonrió tras escuchar mi respuesta. ­– Voy a mandarle un mensaje.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora