CAPITULO DIECINUEVE

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- Por tu madre Luis pon bien los tornillos que no quiero que se nos escoñe la niña.

- ¿Pero qué dices? ¡No ves que los estoy poniendo bien! – dijo mientras enroscaba uno de los tornillos de la cuna.

- Pero enróllalos bien, hasta que no puedas más. Te dije que llamásemos a alguien que sepa montar estas cosas. – le indicaba sentada desde el borde de la cama mientras acariciaba mi tripa.

- Aitana ¡yo se montar estas cosas! – por su tono noté, que empezaba a enfadarse.

- ¡Pero no te despistes! – le replique señalando.

- Aitana, cariño – se levantó y me cogió de los brazos. – Yo a ti te quiero mucho lo sabes ¿no? – afirmé con mi cabeza. – Pero ahora mismo, te quiero lejos – dijo mientras levantaba el tono de su voz.

- Jo Luis, solo quiero ayudar – empecé a llorar. Luis resopló.

- Señor dame paciencia – dijo mirando al techo.

- Es que me siento inútil.

- ¡Mira! ¿Sabes que puedes hacer? – dijo llamando mi atención. – Porque no metes en la bolsa las cosas que faltan. Así ya está lista para ir al hospital.

- Eso es aburrido Luis.

- Claro, es mucho más divertido poner de los nervios a tu marido mientras monta la cuna de vuestra hija. – me miró serio. Resoplé.

- Está bien.

En ese mismo instante llamaron al timbre. Salvada por el timbre, me dijo desde la habitación.

- Luis es Amaia – grité desde el recibidor.

- ¡Madre mía! ¿Pero y esta barriga tan redonda? – dijo mientras puso cara de asombro, después me abrazó. – Te he echado de menos.

- Yo a ti también. ¿Cuándo has vuelto? – mientras pasábamos al salón.

- Ayer por la noche. ¡Hola Luis! – le dijo mientras le saludaba por el pasillo. Luis con el torso descubierto seguía enroscando tornillos. - ¡Oye! ¿No hace mucho fresco aquí?

- ¿Enserio? Pues yo estoy sudada – le dije mientras movía mi camiseta.

- ¡Qué guapa estás!

- Eso lo dices para quedar bien.

- ¡Qué va! Es cierto, estás guapísima. ¿Cuándo le queda a esta princesa?

- No te fíes de ella – apareció Luis en escena esta vez con la camiseta puerta – el demonio habita en ella. – le hice una burla mientras ellos se abrazaban.

- Si todo va bien – le conté a mi amiga – en tres semanas salgo de cuentas.

- En verdad ya puede nacer cuando quiera, la fecha solo es un número – me apuntó Luis. - ¿Te quedas no?

- De eso quería hablaros – continuó Amaia. – En verdad no me quedo. Aquí tenéis mucho lío. Pero me vais a tener muy cerca. He alquilado un piso al final de la calle. Quería estar cerca de vosotros. No sé cuánto tiempo me quedaré pero sois mi familia. – los tres nos abrazamos. – Además quiero pasar tiempo con mi sobri. – dijo esta vez acariciando mi tripa. - ¿Ya lo tenéis todo preparado?

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora