CAPITULO VEINTE

2.9K 68 9
                                    

- Júlia Cepeda Ocaña – escuché la voz de Laura mientras pesaba y media a la niña. Luis no se despegaba de ella. – peso, - continuaba. – 3 kilos 200 y mide – se detuvo mientras lo comprobaba – 46 centímetros.

3 kilitos del mar puro e intenso amor. No podía apartar mi vista de aquella pequeña cuna donde estaba pasando todo. Veía como la lavaban y la vestían con muchísimo mimo y cuidado. Luis mientras, la acariciaba y la miraba con cariño, creo que lo de ambos fue amor a primera vista, de vez en cuando, me miraba y sonreía.

- Toma cariño – me dijo mientras me entregaba a la niña y besaba mis labios. – es preciosa.

- ¡Es tan chiquitina! Da miedo – le dije acercándomela a mis labios para besar su frente. – Madre mía Luis, te das cuenta de que es nuestra. – él se rio. – quiero decir, ¡que ya somos padres! Somos los responsables de ella. – me acerque al oído de la niña. – tendrías que haber huido cuando podías ahora ya no puedo separarte de mí. – Luis acarició mi cabeza delicadamente.

- Chicos, nosotros os dejamos a solas. Disfrutad de este rato los tres solos – nos dijo Laura. – Cuando toda esa gente pase a verla ya no habrá tranquilidad.

- ¡Laura! – grité antes de que saliera. – Muchas gracias.

- No hay de qué. Es mi trabajo.

- Pero has hecho que sea especial. – le dije.

- Vosotros también lo habéis hecho muy bien. Es preciosa.

- Mira que cara de angelito tiene – le dije a Luis.

- Si parece raro que nos vaya a dar tantos comederos de cabeza.

- Tiene cara de buena.

- Aún no ha llorada, se ha dormido y ahí está. – se percató Luis. – tiene tu nariz y tu boca, menos mal – sonrió.

- Y tus ojos. Tiene unos ojos preciosos. Aunque no sabemos de qué color son porque aún no los has abierto bebita – le acaricié el pequeño botón que tenía por nariz en mitad de su diminuta carita. – También me he fijado.

- ¿En qué? – preguntó Luis.

- Tiene tus manos y tus pies – reí. – Mira, - le dije enseñándole un pequeño pie.

- ¿Cómo puede ser? Como puede ser que se parezca a nosotros. – levanté las cejas mientras le miraba - ¿No es curioso? Como se crea todo, el misterio de la vida.

- Da para una canción – le dije acercando mi cabeza a la suya.

- Ya tengo una medio empezada – me sonrió.

- Ahora ya no voy a ser tu musa – dije poniéndome triste.

- ¡No! Tú siempre serás la musa. – me besó con mimo. Entonces alguien se movió en mis brazos.

- Eh, hola mi amor – no podía parar de besar su pequeñas mejillas sonrosadas. – Luis, ¿Por qué no la coges? – le dije entregándole a la niña. Ella se acomodó en su regazo y empezó a mover su boquita a la par que abría los ojos.

- ¡Premio! Ya sabemos de qué color son – mientras la acercaba a mi lado para que la viera.

- ¡Madre mía! ¿Dónde vas sin ojos hija mía? – eran oscuros y profundos. Tenía una mirada curiosa. De esas que cuando lo hacen, sabes que hay luz en ella, sinceridad y alegría.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora