Después de pasar un cumpleaños de ensueño, regresamos a casa de mis padres como unos quinceañeros que acaban de pasar su primera noche juntos.
La casa aún dormía, parecía raro, pero había un silencio exquisito que abundaba por todos los rincones. Buscamos a la pequeña en nuestra habitación pero no estaba. Y de pronto la escuchamos en la habitación de mis padres. Con cuidado abrí la puerta y me asomé. Y allí me la encontré, recostada en medio de mis padres y esbozando una sonrisa de oreja a oreja al verme aparecer. Le saludé con mi mano y se dispuso a levantarse de aquella cama y venir hacia mí, la estreché entre mis brazos y salimos de allí.
- ¿Les has dado buena noche a los abuelos, eh? – le recriminé a Julia mientras acariciaba su nariz. – Mira quien está aquí. – le dije a Luis que estaba sentado en el sofá del salón comprobando las notificaciones de su móvil.
- ¡Vaya! Ya era raro que durmiera tanto. – contestó.
- Voy a por un pañal limpio.
- ¡Pajarito! ¿Qué pasa contigo? – le dijo Luis haciéndole muecas. Ella empezó a contestarle en su idioma. Podían tener conversaciones larguísimas los dos. – claro que sí mi amor, pero es que era el cumple de mamá ¿le has cantado el cumpleaños feliz?
- ¡tarta! – gritó la niña.
- Si tarta, cumpleaños feliz. ¿Tu cuantos añitos tienes?
- Mumo – alzando muy tiesamente uno de sus deditos.
- ¡Sois dignos de estudio! – sonreí. – Venga ven aquí, hay que cambiar ese pañal. Eres una meona. – la tumbé en el sofá dispuesta a ponerle un pañal limpio. Entonces llamaron a la puerta. – ¿Cariño puedes abrir?
- ¡Voy! – se levantó de un salto y se dirijo a abrir la puerta de casa.
- ¿Está Aitana?
- ¿Perdón? – escuché a Luis.
- Necesito hablar con ella.
- ¿Aitana? – escuché a Luis mientras me buscaba con la mirada. - ¿Sabes algo de esto? – Acabé de colocar su pañal y la cogí en brazos para ver quien estaba tras esa puerta.
- ¿Vicente? ¿Qué haces aquí?
- Me dejaste mosca el otro día. ¿Podemos hablar?
- ¿El otro día? – preguntaba Luis que no me quitaba ojo.
- Nos vimos en el parque, él estaba con su hijo. Le pregunté cómo estaba pero la verdad es que no fue muy amable conmigo. No entiendo que quieres ahora Vicente.
- ¿No fuiste muy amable? – ahora Luis se dirigía a él.
- Lo siento vale. No estoy bien. Necesito gritar. – dijo él bajando la cabeza. – Necesito ayuda y no sé a quién recurrir.
- Pues a nosotros ya te digo que no – le recriminó Luis.
- Un momento cariño, - le dije. – está mal. Un café no hace daño a nadie ¿no? – Luis no hacía buena cara. - ¿Quieres pasar? – él asintió con su cabeza.
- Mucho cuidado chaval – le paró poniendo su mano en su torso. – En cuando te pases te piras de aquí, no quiero líos.
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NO ES NECESARIO HABLAR
RomanceTodo estaba en calma, como esa calma que aparece antes de un tsunami... demasiada calma para tanto tsunami, pero realmente, entre él y yo, no era necesario hablar de hecho entre nosotros, las palabras sobraban demasiado.