CAPITULO TREINTA

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Dos meses, 61 días, 1.464 horas... eso fue lo que tardamos en arreglar nuestras agendas para poder tomarnos unos días de descanso.

Mis suegros viajaron desde Galicia para pasar una semana con Julia. Una semana de descanso merecidísima que no veía que llegaba. Se nos estaba haciendo muy larga la espera y es que llevábamos tanto tiempo esperando este momento. Desde que había nacido la niña no habíamos tenido un día para disfrutarlo en pareja. Siempre viajábamos con ella o solos. En una ocasión habíamos salido a cenar pero al volver estaba ella. No la culpábamos, era lo que habíamos decidido queríamos pasar todo nuestro tiempo con ella, pero la verdad es que nos estaba ahogando. Pasábamos mucho tiempo fuera de casa, sin dormir, entre aviones y trenes y nos quedaba poco tiempo para vivir.

- Encarna en la nevera está el teléfono de la pediatra. Si pasa cualquier cosa llámale, está avisada. – mi suegra asentía en silencio. – sus chupetes están aquí – le enseñé sacando una cajita de un armario de la cocina – le gusta el blandito para dormir. Y su mantita ¿Dónde está?

- Cariño ¿quieres relajarte? – me dijo Luis mientras me sujetaba. – Si no quieres no vamos.

- ¿Estás de broma? Sí quiero, pero quiero dejarlo todo a punto. Su peluche – volví a dirigirme a mi suegra que me miraba atónita – ven. – nos escapamos a nuestra habitación donde seguí explicándole todas las cosas de Julia.

- Cariño, creo que tu madre ha perdido un poco la cabeza – le dijo Luis a Julia mientras ella sonreía.

- Esta nerviosa, solo es eso hijo – Luis padre leía el periódico sentado en el sofá, a sus pies su nieta jugando con una maraca. – Es la primera vez que os vais solo ¿no?

- Sí, asusta. Pero sé que estará bien.

Salí de mi casa como si me echaran de ella. Llorando y llenando la cara de mi hija de besos, no solo yo, porque por el rabillo del ojo vi que Luis también estaba emocionado.

Por delante teníamos una semana entera para nosotros. Para correr, bailar, salir, bebes, y tener sexo como hace tiempo que no habíamos tenido.

- Bueno señorito – cogí su mano. - ¿Dónde vamos?

- Es una sorpresa. Creo que te gustará.

Vaya si me gustó, volvimos a nuestro lugar de origen. El principio de todo, me pareció una idea preciosa para celebrar todo lo que nos había pasado a partir de ese viaje, Capri, que hermosa eres siempre.

No sabemos el porqué, pero teníamos especial fijación por esa isla. Prometimos que la próxima vez que visitáramos Capri vendríamos con ella. Ella era hija de allí, pero no era el momento, ahora era el nuestro.

Nos alojamos en la misma habitación que hacía algo más de un año, por petición expresa de Luis. Cuando entramos en aquella habitación, no pude evitar emocionarme, estaba todo tal y como lo recordaba.

- ¿Nos damos un baño? – dijo mostrando mi bañador.

- Me parece buena idea. Sabes el tiempo que hace que no nos damos un baño – le dije rodeándole por el cuello.

- Enciendo el jacuzzi. Ponte el bañador mientras anda, vamos con calma – me dijo dándome un casto pico en los labios.

El jacuzzi estaba en la terraza. Escuché las burbujas desde el baño mientras yo me preparaba al igual que también escuche que llamaban a la puerta.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora