CAPITULO VEINTICUATRO

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- ¿Estás nerviosa? – dijo cogiendo fuerte mi mano. Me giré hacia él.

- Un poco la verdad. le contesté mientras no dejaba de mirarle.

- No te preocupes cariño, todo estará bien. Estamos juntos en esto – mientras besaba mi mejilla.

Aquella sala de espera estaba llena de mujeres embarazadas. Algunas estaban ya en avanzado estado y otras, como yo, nerviosas por ser la primera vez que pisábamos aquella sala.

Aunque no paraba de darme ánimos e intentar tranquilizarme, Luis estaba todo el tiempo con la mandíbula apretada, lo hacía siempre que estaba tenso, aunque él no se daba cuenta. Miraba sin pestañear por toda la sala. Revistar, posters... había embarazadas por todos lados.

Entonces de aquella consulta de puerta azul salió una señora de unos 50 años con una carpeta en la mano y pronunció mi nombre. Podéis pasar, añadió.

- Hola chicos, mi nombre es Laura – dijo levantándose y tendiendo su mano para saludar – no estéis asustados. Yo no muerdo, estoy aquí para ayudaros. La mayoría de las parejas que vienen aquí por primera vez, vienen con la misma cara que vosotros. Debería fotografiarlas y darlas a la salida. – nuestras caras se iban relajando mientras que aquella señora no hablaba, nos transmitía confianza. – puede que penséis que voy a saber yo, soy madre de cinco hijos, he pasado por esto y he repetido así que tan malo no es – esta vez se dirigió a mí – Cuéntame Aitana. ¿Cuándo te hiciste la prueba?

- La semana pasada – respondí al instante.

- ¿Última regla? preguntó de nuevo mientras tecleaba en su ordenador.

- No lo recuerdo muy bien. Puede que el mes pasado. He estado liada preparando la boda y no me he enterado de nada – Laura sonrió.

- ¿Os casáis? ¡Enhorabuena!

- Gracias – respondió Luis mientras sonreía.

- ¿Te parece que veamos cómo está esa cosita? me preguntó. Yo asentí con mi cabeza. – Sofía, prepárame la máquina por favor.

Me tumbé en aquella camilla mientras Sofía me preparaba y preparaba la máquina. Luis no despegaba sus ojos de aquella señora, por si algo hacía mal, me dijo.

Una vez Laura hubo tecleado todo en su ordenador vino donde estábamos nosotros. Se puso unos guantes y esperó hasta que Sofía hubo acabado su trabajo.

- ¿Nervioso papá? – le preguntó a Luis mientras no paraba de mirarle.

- Solo quiero que están bien.

- Tranquilo sé lo que hago. Les voy a cuidar como si fueran de mi familia. – de nuevo Luis sonrió a aquella señora que acabábamos de conocer. – Vamos allá Aitana, vas a notar un poco de presión, relájate – sin dudarlo. – Ya está, veamos. – empezó a observar la aquella pantalla con mucho detenimiento ampliando en algunas zonas mientras Luis besaba mi frente y no soltaba mi mano. Yo le observaba de vez en cuando, estaba emocionado - ¿De cuánto crees que estás más o menos? – me preguntó.

- No sé, puede que de un mes, quizás. No tengo ni idea – contesté.

- No, por el tamaño y... Esta cosita debe de tener un par de meses. – nos miramos y sonreímos.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora