CAPITULO CUARENTA Y DOS [PARTE 2]

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Cuando somos niños soñamos con cosas pequeña, sencillas. Un helado de fresa, una muñeca que llora y hace pis o esa bicicleta que tiene el vecino del cuarto.

Cuando nos hacemos mayores, nuestros sueños cambian con nosotros y se vuelven complejos igual que nosotros.

Y de repente, la muñeca de trapo se convierte en un coche, una casa o un teléfono móvil. Pero los sueños se rompen en pedazos cuando se topan de frente con la realidad, porque la realidad a menudo es radicalmente distinta a como uno cree que es, las personas no siempre son lo que aparentan ser, ni las relaciones y mucho menos los sueños.

Y esa realidad es la que se encarga de poner a cada uno en su sitio. Porque lo que uno cree que es negro, puede ser blanco. Y lo que uno cree que es blanco, probablemente sea de todos los colores del arco iris.

Uno sabe cómo empiezan las cosas, pero nunca sabe cómo van a terminar.

- Mi mujer – gritó Luis entrando corriendo y descamisado por la puerta de urgencias del hospital - ¿Dónde está?

- Caballera, por favor cálmese. A ver, ¿Qué le ocurre? – le preguntó una de las enfermeras tras el mostrador.

- Mi mujer ha ingresado hace unas horas, necesito verla, necesito saber qué le pasa.

- ¿Cómo se llama su mujer?

- Aitana Ocaña Morales, está embarazada.

- Ah sí, - dijo cambiando su cara al mirar su hoja de ingresos – espere un momento, enseguida viene el doctor que la ha atendido y le acompaña con ella ¿vale?

- ¿Pero está bien? – preguntó de nuevo sin obtener respuesta. - ¡Es que nadie va a decirme nada!

- Yo sí. Buenas noches ¿? – le dijo el médico.

- Soy Lui, Luis Cepeda – tendiendo su mano. – mi mujer.

- Vamos, le acompaño y charlamos. – los dos empezaron a andar hasta llegar al ascensor, entraron dentro. Plata 2 – su mujer ha ingresado con una fuerte hemorragia. Hemos procesado a extraer y limpiar. –Luis no quitaba su mirada de ese hombre.

- ¿Extraer? Está embarazada – le dijo bajando el tono.

- Lo cierto es que su mujer ha sufrido un aborto. Por ello la hemorragia. Nosotros solo la hemos desinfectado y aseado.

- ¿Ha perdido al bebé? – preguntó llorando. El ascensor llegó a la segunda planta.

- Lo siento. A veces estas cosas pasa, hay niños predestinados a no llegar a este mundo. Además es el tercero.

- ¿Usted sabe la ilusión que nos hace incluso si fuese el quinto? Su manera de comunicar las cosas me indigna, espero que con mi mujer haya sido más cuidadoso. – dijo con su dedo índice en alto.

- Son jóvenes, podrán buscar otro cuando quieran.

- Déjeme estar, no se acerque a mi mujer. – se atusó el pelo antes de abrir la puerta de la habitación.

El mundo se había parado en esa habitación. A mí no me importaba nada. Me sentía sola, aunque estaba mi madre conmigo, vacía, aunque tenía dos hijos magníficos esperándome en casa. Sin fuerzas para seguir, allí recostada hacía la ventana con una luz tenue, que era la única que iluminaba la habitación, y cogiéndome la tripa lamentándome por algo que acababa de perder. Quizás nunca lo tuve, pensé. Nunca fue mío. Jamás le vi, pero era mío, nuestro, lo habíamos hecho nosotros y eso prevalece más que cualquier sentimiento. Había perdido algo que jamás había visto, pero que sentía dentro de mí.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora