CAPITULO TREINTA Y UNO

3K 64 12
                                    

- Dame un beso cariño – le dije agarrándolo por el cuello.

- ¿Vais a estar bien verdad? – preguntó penoso.

- Pues claro. Mañana cojo a la niña y nos vamos unos días a Barcelona. Nos vemos allí.

- Ve con cuidado con el coche – acarició mi nariz con la suya. – Si os pasa algo me muero.

- Papá – gritó desde una esquina del salón.

- Eh – separándose de mí. – Ven chiquitina – la cogió en brazos. – Te voy a echar de menos – besando sus mejillas. – cuida de mamá ¿me oyes? – les miré con una sonrisa en la cara, era una estampa preciosa.

Luis había empezado su gira estival antes de tiempo. Tenía una semana llena de eventos y conciertos por el sur de la península y después celebraríamos mi cumpleaños en Barcelona. Habíamos quedado en que nosotras dos iríamos antes para pasar unos días con mi familia y él se nos uniría después cuando acabara sus compromisos.

De nuevo nos separábamos y no sé quién de las dos lo iba a pasar peor. Desde que volvimos de nuestra mini luna de miel decidimos volvernos algo más "duros" con la educación de Julia. Como habíamos contemplado al principio, decidimos apuntarla a la guardería. Solo iba por las mañanas y a nosotros nos daba tregua para hacer nuestras cosas, tal y como iban saliendo. Nos repartíamos las tareas dependiendo de la agenda de cada uno, pero siempre que podíamos la llevábamos los dos a la guardería. Al volver, paseábamos de la mano como hacíamos antes, y parábamos en el bar de Alberto a tomarnos un café.

La semana pasada decidimos salir de compras, los dos solos. Acercamos a Julia a casa de Aurora, la tía de Luis, pasaría el día con ella. Nosotros, teníamos una misión: comprar el dormitorio de Julia. Teníamos poco tiempo así que debíamos dejar todas las cosas compradas y elegidas. Tenía muy claro lo que quería; papel pintado en las paredes, cortinas blancas, una alfombra en el centro y una cama con cabecero de color gris... ese fue el reto.

- ¿De qué te ríes? – me preguntó Luis mientras yo miraba el catálogo en una tienda de muebles infantil.

- De la cara que pones cuando no te gusta nada. – no paraba de sonreir.

- Es que no me gusta nada – susurré mientras hacía morritos.

- ¡Pues vámonos! – tiró de mí.

Estaba siendo una completa odisea encontrar lo que buscaba. El papel pintado lo encontramos en Leroy Merlin. Fondo blanco con ramilletes de flores en rosa, verde y beige. Allí, también compramos los tiradores para las puertas del armario empotrada, básicos redondos de porcelana en rosa claro y una alfombra en color gris que hacía ondas alrededor.

- Oh ¡mira! Un dosel. ¿Y si le compramos un dosel? – pregunté fascinada.

- ¡Pero no querías un cabecero gris? – preguntó resoplando.

- Sí le compramos un dosel gris podría acceder a comprar la cama en blanco.

- ¡No sabes lo que quieres! – dijo resignado. - ¡Así no vamos a acabar en la vida!.

- ¡Mira! Qué bonito – señalé un cabecero de forja amarillo. – Si fuera un niño le compraría este.

- Bueno pues no lo es... sigamos mirando – dijo tirando de mi mano para que adelantara – Cariño se lleva el blanco, no vamos a encontrar gris en la vida. El blanco está de moda. – le miré achinando mis ojos.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora