- Hola mi amor – mientras acariciaba mi pelo.
- Umm – murmuré sin poder abrir los ojos del todo. - ¿Qué hora es?
- Es muy tarde, sigue durmiendo
- ¿Llegas ahora? Pero si son las tres
- Teníamos cosas que cerrar. ¿Cómo estás?
- Bien, mejor
- ¿Has cenado?
- Sí, he comido unas tostadas con tomate, no me entraba nada más.
- Mañana me quedaré todo el día contigo – esta vez me besó – he querido adelantar trabajo para que estemos aquí los dos tranquilitos en casa.
- Que bien – dije tendiéndole mis manos para abrazarle – gracias Luis – le besé medio dormida. – Ven, venga métete en la cama.
- Espera, me lavo los dientes y vengo. – dijo posando un beso en mi frente.
Amanecí y en Madrid llovía, no tenía previsto hacer nada durante el día por eso me alegré del mal tiempo y me burlé de Luis porque tenía que salir a la calle. Me encantaba estar en casa mientras llovía. No necesitaba nada más que una taza de cola cao y mirar la calle por la ventana.
Bebí mi cola cao y me puse a inspeccionar los diseños de las invitaciones de boda que me habían enviado, había que elegir una y preferí seleccionar tres yo y elegir una con Luis, sino la selección se iba a hacer insufrible. Mi mañana se truncó cuando de repente empecé a sentirme mal. Me mareé y me tuve que tumbar en el sofá o me habría caído al suelo. Me asusté y llamé a mi madre y después de hablar durante una hora, las dos llegamos a la conclusión que los preparativos de la boda estaban empezando a pasar factura.
Por suerte me encontré mejor durante la tarde y aprovechando que había dejado de llover salí a correr y hacer algunos recados. Por la tarde de nuevo tuve un pequeño mareo y lo achaqué a un bajón de tensión. Llamé a Luis para saber si iba a tardar mucho, no quería preocuparle pero no quería estar sola en casa. Por suerte ya estaba conmigo.
- Ya he hablado con Marta – le conté mientras le esperaba en la cama.
- ¿Y qué te ha dicho?
- Al principio, cuando se lo he contado me ha dicho que estaba loca, como una cabra, que si la estaba tomando el pelo, que no tenía gracia como broma.
- ¿Enserio? – me dijo asombrado y ahora sí, entrando en la cama. Me acerqué y apoyé mi cabeza en su pecho.
- Luego me llamó y me preguntó si iba enserio. Le dije que sí, que estaba hablando muy enserio.
- ¿Y bien?
- Aceptó. Se puso a llorar y me dijo que le encantaría organizar nuestra boda. Le comenté lo que queríamos hacer. Como queremos que sea y que tendrá que ir unos días antes al Pazo para organizarlo todo desde allí. Le he dicho que yo no quiero saber nada y que si quiere algo que se ponga en contacto con mi madre o con la tuya.
- Perfecto – mientras besaba mis labios – ya tenemos una cosa menos. Ahora hay que encontrar un cura.
- ¡Uf! Pensaba que ya lo teníamos todo organizado.
- Hablaré con mi padre, seguro que conoce a alguien. Mi padre es muy conocido en Orense no creo que le digan que no.
El Pazo de los abuelos maternos de Luis, ese era nuestro sitio elegido. Era un caserón de piedras antiguan que servía de residencia de verano para la familia. Tenía 14 habitaciones, 5 baños, dos salones, una cocina enorme, una capilla diminuta pero con mucho encanto y un jardín preciosamente cuidado rodeado con altos muros de roca fuerte, así evitaríamos la mirada de los curiosos.
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NO ES NECESARIO HABLAR
RomanceTodo estaba en calma, como esa calma que aparece antes de un tsunami... demasiada calma para tanto tsunami, pero realmente, entre él y yo, no era necesario hablar de hecho entre nosotros, las palabras sobraban demasiado.