CUARENTA Y UNO

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- ¡Por fin casita! – dije dejando caer mi cuerpo en el sofá.

- Sí, nunca pensaba que lo íbamos a echar de menos – añadió Luis imitándome en el acto. Me giré y me reí - ¿De qué te ríes?

- Te estás haciendo mayor, es algo que me he dado cuenta últimamente. Me miro en el espejo y me veo mayor.

- ¡Qué dices! Pues yo te veo igual. – me respondió sin quitar la vista de mí.

- Mira – dije señalando mis ojos – me han salido arrugas aquí. – él resopló.

- ¡Estás fatal! Tienes unas cosas... Para mí estas igual, igual de buena – dijo acercándose a mí y besando mi cuello.

- ¡Luis! ¡Que están los niños! – contesté dejándome querer.

- ¿Y cuándo ha sido eso un problema? preguntó entrando en faena.

- ¡Luis! ¡Para! – le dije separándolo de mí y dejando un beso en sus labios.

- Necesito unas vacaciones contigo – dijo arqueando sus cejas. Solté una carcajada.

- Unas vacaciones... ¿para qué? ¿para follar? – pregunté mientras apoyaba mi cabeza sobre mi mano.

- Por ejemplo – él sonreía.

- ¡Estás fatal! solté.

- Tienes toda la razón, me pones malo. – dijo mientras me daba un buen pellizco en mi muslo, yo respondí con un manotazo.

- ¿Te pongo malo? Pues aun así hay que calmarse, no pretenderás que repoblemos nosotros todo Madrid ¿no? – el rio fuertemente. – estoy cagada Luis.

- Eh – dijo tendiendo su mano para que yo posara la mía en ella – estamos juntos en esto ¿sabes? Somos un equipo. Un niño siempre es una bendición. A mí me gustan.

- ¡Luis que son tres! Ya está bien, ¿no? ¿No eras tú el que solo que quería tener uno?

- Y ¿no eras tú la que quería tres? Hemos cumplido tu deseo. – dijo acariciando mi pierna.

- Sí, pero asusta. Y encima después de lo de Alberto – baje mi mirada.

- Eh – levantó mi barbilla – no todo tiene que salir así, de hecho lo normal es que no pase. ¿Recuerdas con Julia? Todo fue genial. – seguía mirándome - ¿Quieres salir de dudas? – me preguntó.

- Creo que ahora no – cambió el gesto de su cara - ¿me entiendes?

- Sí, cuando tu estés preparada, pues yo también. No te preocupes – besando una de mis mejillas.

El teléfono móvil de Luis empezó a sonar. Lo dejamos pasar una vez, seguíamos en nuestro mundo en el que no hacía falta nada más que mirarnos, pero al segundo toque, decidimos que debíamos cogerlo, podría ser importante, aunque nunca lo era lo suficiente.

- ¡Ya era hora! Te he llamado dos veces y a Aitana otras dos ¿está contigo? – preguntó Armand desde el otro lado de la línea.

- ¡Armand estamos de vacaciones! Sí aquí está. – contestó seco Luis.

- ¿Estáis en Madrid verdad? – dio por hecho que sí porque no esperó a la respuesta. – Se me había olvidado recordaros que esta noche es lo de la fiesta de Universal.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora