CAPITULO VEINTE

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Somos lo que soñamos ser y ese sueño no es tanto una meta como una energía. Cada día es una crisálida, cada día alumbra una metamorfosis. Caemos, nos levantamos. Cada día la vida empieza de nuevo.

La vida es un acto de resistencia y de re existencia. Vivimos, revivimos. Pero todo se sostiene en la memoria.

Somos lo que recordamos. La memoria es nuestro hogar nómada. Como las plantas o las aves emigrantes, los recuerdos tienen la estrategia de la luz, van hacia adelante. A la manera del remero que se desplaza de espaldas para ver mejor.

Hay un dolor parecido al dolor de muelas, a la pérdida física y es perder algún recuerdo que queremos. Esas fotos imprescindibles en el álbum de la vida. Por eso hay una clase de melancolía que no atrapa, sino que nutre la libertad. En esa melancolía, como espuma en las olas, se alzan los sueños.

Última llamada para los pasajeros con del vuelo con destino Nápoles.

- Venga Luis, es el nuestro- dije tirando de su mano cogida de la mía – no puedo creer que lleguemos tarde.

- Si me hubieses dicho que veníamos al aeropuerto hubiésemos llegado más rápido.

- Era una sorpresa, ¡cómo te lo voy a decir!

- Espera un momento – dijo parando quieto y haciéndome parar a mí en seco - ¿Nápoles? ¿A dónde me llevas?

- Ah, sigue siendo una sorpresa. Tú relájate y disfruta – mientras dejaba un apasionado beso en sus labios.

Corrimos por todo el aeropuerto hasta llegar a la puerta de embarque, los últimos, menos mal que teníamos los asientos reservados. Luis estuvo todo el viaje mirándome sin apenas pestañear y haciendo preguntas para ver si conseguía sacarme algo, pero no.

Había hablado con su representante para que consiguiera tenerlo para mí durante una semana entera, necesitábamos desconectar de Madrid y pasar tiempo juntos. Aunque vivíamos juntos, había días en que nos veíamos en la cama o días que nos veíamos a la mañana siguiente y nos habíamos prometido hacer viajes para desconectar una vez cada tres meses, no hacía falta que fueran grandes viajes, podíamos ir a un hotel en la sierra, solo necesitábamos pasar tiempo juntos, no perder la magia. Esa magia que me hacía estremecer cada vez que le tenía cerca.

Llegamos a Nápoles y el sol nos avisó del buen clima que íbamos a tener durante nuestras vacaciones. A la salida del aeropuerto un taxi nos esperaba a la puerta y no llevó a muelle para coger un ferry para llevarnos a nuestro destino, Capri.

- Sabes que te quiero ¿verdad? - dijo mientras me rodeaba con sus brazos y nos quedamos mirando al mar.

- Sí, pero me lo podría escuchar una vez más.

- Te quiero, te quiero todas las veces. – no podía evitar sonreír. – por cierto ¿Capri? ¿Cómo se te ha ocurrido?

- Buscaba un sitio pequeño, tranquilo, alejado y especial. Mis padres vinieron hace ya algún tiempo y mi madre no para de hablar de ese lugar y de que quiere volver en cuanto le sea posible y me dije ¿Por qué no?

- Me encanta. Mira – dijo señalando hacia la orilla – por ahí se ve. Es mágico.

La verdad es que la isla de Capri era magia. Desde hace algún tiempo está un poco masificada por turistas pero sus calles, su clima, sus tiendas, son únicas. Es uno de esos sitios que hay que visitar una vez en la vida.

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora