CAPITULO CUARENTA Y CINCO

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Estos cuatro meses nos han venido como una sobredosis de aire fresco que tanto nos hacía falta. Como familia nos ha unido para convertirnos en equipo. Julia y Alberto siempre se han llevado bastante bien, no voy a negar que sus piques no se los quita nadie, pero desde que estamos aquí se han vuelto uno, se comprenden y complementan a la perfección cuidando y protegiendo uno del otro. Como pareja no nos podría haber venido mejor. Este tiempo que hemos pasado juntos, sin nada que pensar, sin nada que hacer, solamente disfrutarnos, nos lo merecíamos. Nos llevábamos bien. Siempre sacábamos tiempo juntos cuando podíamos. Cuadrábamos nuestras agendas para pasar el mayor tiempo posible juntos, con los niños, y sacar algún ratito para pasarlo en pareja. Lo hablábamos todos porque antes que pareja, siempre hemos sido amigos, hermanos, familia.

Pero durante estos cuatro meses, todo eso ha aumentado más. Nos hemos besado más, nos hemos conocido más y nos hemos querido mucho más y hemos hablado más. Después de perder al bebé, dejamos de hablar de ello. Lo asociamos a tema tabú. No quería ver bebés, no quería ver cosas que me recordasen a que yo no tendría uno siete meses después. Tocamos fondo y decidimos dejar el tema enterrado, para nuestros adentros.

No sé si fue el aire de Dublín o lo a gusto que nos sentíamos el uno con el otro aquí, pero una mañana, mientras tomábamos el café, decidimos hablarlo. Decidimos contárnoslo todo. Lo mal que lo había pasado yo, lo mal que lo había pasado él. Decidimos sincerarnos para que jamás volviera a pasar lo que había pasado unos meses atrás.

- Yo quiero tener otro – le susurré mientras observaba el poco café que quedaba en mi taza.

- A mí también me gustaría. me dice sonriendo.

- No me siento mal Luis. Esta espinita nos la tenemos que quitar.

- Si no te he dicho nada ha sido por no presionarte. Que no te sientas mal. Tu sabes que puedes con todo, pero no quiero volver a verte como estabas.

- Ya lo sé Luis – dejé mi taza y me acerqué para abrazarle.

- Te quiero mucho pequeña – abrazándome contra su pecho y besando mi cabeza – y si te llega a pasar algo, yo me muero.

- Fue una mala época. Pero no tiene por qué volver a pasar ¿verdad?

- Cariño, esas cosas siempre pueden volver a pasa, no quiero engañarte. Quería que seas fuerte.

- El doctor me dijo que podíamos intentarlo cuando quisiéramos, que no tenía por qué volver a pasar. – le dije lastimosa.

- Y no tiene por qué volver a pasar, pero si por algún caso, vuelve a pasar, no puedo volver a verte como estabas.

- Sé que puede pasar, tranquilo Luis, lo he comprendido. – le dije con una leve sonrisa en mi cara.

- Eh, - levantando mi barbilla - ¿Vamos a por el tercero? Siempre se nos ha dado bien eso – mientras me hacía cosquillas. – Quiero otra princesita correteando por casa.

- ¿Cómo la llamarías? – le pregunté.

- Pues no sé cariño. Mis nombres siempre te han parecido anticuados.

- ¡Tonto! Sí de ti me gusta todo – le dije sonriendo.

Así decidimos que íbamos a buscar al tercero de la saga. Sin presiones, vendría cuando él quisiera. Con los otros dos había sido demasiado "fácil", habían llegado sin avisar. De repente llamaron al timbre y allí estaban. Con este iba a ser todo tan distinto...

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora