CAPITULO TREINTA Y TRES

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La salida de mi nuevo disco estaba a la vuelta de la esquina y septiembre era un mes de caos por excelencia. Entrevistas, promociones, sesiones de fotos, reuniones, firmas...

Me encontraba en un tres de camino a Pamplona para un evento. Estos días he podido darme cuenta de lo que echo de menos pasar tiempo con Julia. Por eso empecé a pensar y enumerar las razones por las que mola ser madre.

En primer lugar, con la llegada de Julia, me di cuenta de cuanto me querían mis familiares y amigos. Fue una de las cosas que más me sorprendió en los primeros meses de vida de Julia. Notar como se vuelca la gente que te quiere, como aduran a tu hija, como se pelean por darle un biberón y no es por lo que saben de ella, apenas la conocen, lo hacen porque te quieren a ti.

Madrugar los fines de semana. Si señores. A mí, siempre me ha gustado mucho dormir, estar en la cama sin hacer nada con Luis. Pero, reconozco que cuando la oigo llorar a las ocho de la mañana un sábado me quiero volver sorda, pero he descubierto el placer que supone levantarse pronto un día de fiesta y pensar en todo el tiempo que tienes por delante para hacer miles de cosas. Aunque luego no las hagas, que suele ser lo habitual.

Experimentar el famoso "orgullo de madre". Esto es algo que todos podemos imaginar cuando no somos padres, pero vivirlo es completamente diferente. Que te digan lo guapa que es tu hija, lo lista o simpática que es, es una de las cosas más emocionantes que te puede pasar.

Recoger a tu hija en la guardería y ver cómo se le cambia la cara cuando apareces, cómo deja todo lo que está haciendo para ir corriendo a tus brazos. Esto vale millones, al igual que la sensación de ser lo más parecido a un "Dios" para ella. Porque nadie, os lo aseguro, nadie mira a otra persona como un bebé mira a su madre.

Amo observarla mientras duerme. Si normalmente la quiero, cuando la veo dormir me desbordan las emociones. No sé muy bien por qué, pero en ese momento siento amor (enamoramiento puro y duro), protección, miedo, mucho miedo, serenidad, felicidad, gratitud... Si los días fueran más largos, me pasaría horas observándola.

Pero lo que más amo de mi vida con ella, de la maternidad con ella, es poder hacer las cosas con planificación. Soy una persona a la que no le gustan nada las rutinas, eso me hace ser un poco desorganizada y, como terrible consecuencia, llegar tarde a todos lados, porque me gusta improvisar... Pero en estos meses con ella, he aprendido que con un bebé, no se pueden hacer las cosas sobre la marcha. Así que mi cabeza está aprendiendo a funcionar de otra manera y aunque sigo echando pulsos a las rutinas de día a día, estoy consiguiendo planificar con más tiempo las cosas y no ir por la vida como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas.

- Aitana cariño hemos llegado – me dijo mi prima Olga que estaba sentada a mi lado.

- Se me ha hecho corto. – quité mis auriculares de mis orejas y me dispuse a guardarlos dentro de mi mochila.

- Te has pasado el trayecto durmiendo. – me dijo ella.

- Hay que descansar cuando se puede. Lo que viene ahora es movido. – le dije sonriendo.

Llegamos a Pamplona y allí un señor nos estaba esperando con un coche para llevarnos hasta el sitio donde sería la entrevista.

Millones de preguntas. Sobre el disco, las canciones, Luis, la niña... todo interesaba, aunque había cosas que no me apetecía que se supieran. Cuando concedíamos entrevistas acordábamos los temas que íbamos a tratar, aunque algunas veces no servía de nada, pero si veníamos a promocionar mi nuevo trabajo, ¿Qué sentido tenía hablar de mi vida privada?

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora