CAPITULO TREINTA Y SIETE

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  - Mete el protector solar Luis – le dije desde la habitación mientras seguía metiendo las cosas en la maleta. - ¡Pero no pises la ropa sinvergüencilla! – le hice cosquillas a Julia en la barriga que estaba andando por encima de la cama.


- ¿Protector solar? ¿enserio? ¿Vas a tomar el sol? Es marzo –dijo moviendo el tubo de crema en sus manos.

- Es para la niña ¡tonto! – se lo arrebaté. – es muy blanquita. No sé a quién habrá salido.

- Pues a su padre no ves lo guapa que es – le lanzo un beso a Julia al aire y ella le respondió con otro.

- ¡Madre mía! ¡Que pareja! – dije resignada.

El resultado de muchas charlas de WhatsApp fue un fin de semana en la preciosa finca Monte de Cumilla.

Al llegar a la finca, nos encontramos con Roi, Cris, los niños, Ana, Jadel y la pequeña Chloe. Nos esperaban sentados en la terraza mientras tomaban una fría cerveza y los pequeños jugaban en el césped. Tras aparcar. Luis empezó a sacar trastos del coche.

- Eh cepedi ¿te vas para no volver? – le preguntó divertido Roi mientras yo sacaba a Julia del coche.

- Es que mi mujer piensa que en esta semana que estaremos aquí puede haber un holocausto y nos quedemos aquí así que tenemos que tener provisiones – se mereció aquel golpe en su brazo.

- Vamos cariño aupa – la cogí en brazos y nos acercamos hacia el resto mientras Roi había decidido ayudar a Luis a descargar el repleto coche.

- Enserio ¿habéis traído la piscina? – preguntó Roi mirándome y riendo.

- Puede ser útil – respondí yo.

- Roi tío – le dijo Luis – nunca cabrees a una mujer a punto de dar a luz - le susurró.

- Di que sí – dijo Ana levantándose para saludar – Hola cariño ¿Cómo vas?

- Con los pies pero a duras penas. Necesito que salga ya, es muy pesado – decía mientras soltaba poco a poco a mi hija en el suelo.

- ¿Y tú señorita? ¿Cómo estás tú de preciosa? – se dirigía a Julia.

- Ahí eta e teté – le dijo muy animada señalando mi tripa.

- ¡Vaya! no me digas, ¿tienes ganas de verle? – preguntó Ana de nuevo.

- Tiii – le contestó ella muy graciosa.

- Ya no calla – dije yo sentada en una de las sillas y acariciando suavemente mi tripa. – se ha convertido en una parlanchina, no calla nunca. Nunca tiene sueño, no quiere irse a dormir y se canta para hacerlo. ¿Sabéis que hace ahora? – las dos me miraron esperando respuesta – Cuando se da cuenta de que se está durmiendo, se pone a dar saltos para despejarse. Oye ¿Y Miriam?

- Mira por ahí llegan – señaló Roi que aún no había parado de pasar por delante entrando trastos del coche en la casa.

- No sabéis lo que ha sido – dijo Miriam saliendo acalorada del coche. – He parado a mear tres veces y encima este – dijo señalando a Pablo que nos miraba resignado – no quería ponerme el aire a condicionado porque decía que la niña se resfriaría ¿Y yo que? ¿me aso de calor? No vengo más. – se sentó a mi lado, dejando a Pablo desabrochando a la niña de la sillita y dejándola en el suelo. Ella rápidamente fue al encuentro de Julia que la esperaba dando saltitos de alegría y moviendo sus manos. - ¿Tu como estas amiga?

NO ES NECESARIO HABLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora