🌻 Capítulo 8

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Paso el eyeliner por la línea superior de las pestañas, en un intento de hacer el rabito del ojo lo más parecido al del otro. Esto siempre consigue estresarme, nunca he logrado que las rayas de ambos ojos se parezcan en lo más mínimo, siempre queda una más larga que la otra. Soy un desastre, la mayoría de las veces acabo por quitarme el maquillaje por no ser capaz de que me salga bien o medianamente aceptable.

Cuando termino de dar la última pincelada, acerco mi rostro al espejo y observo con detenimiento la pintura negra. Mierda, no están iguales.

Tiro el eyeliner contra la mesa del tocador, frustrada por lo difícil que me resulta esto. Pocas veces he conseguido hacerlo perfecto y hoy no parece ser una de ellas.

—La cosa esa no tiene la culpa de que no sepas maquillarte —se burla Víctor detrás de mí.

Desvío la mirada de mi reflejo hacia el suyo. Él se encuentra sobre mi cama, únicamente vestido con sus pantalones vaqueros, observándome con seriedad mientras hace un rápido escaneo de mi cuerpo entero. Vuelvo a posar la vista en mi rostro reflejado en el espejo y, tras coger el eyeliner, hago otro intento de igualar los rabitos de la raya.

Venga, Wendy. A la décima va la vencida.

Con cuidado de ni pintarme la parte de la piel que no toca, amplío la rayita un poco. Hecho esto, me aparto el pincel del ojo y observo como ha quedado. No tardo en hacer una mueca de desaprobación; ahora es un poco más larga que la otra, tócate los huevos.

Un sonoro suspiro de frustración sale de mi interior mientras le pongo la tapa al eyeliner para que no se seque. Acto seguido, lo guardo en el estuche de maquillaje que tengo al lado. Me rindo, paso de seguir intentándolo. De todas formas, no se nota mucho. Al menos eso creo, espero.

Doy un paso hacia atrás y observo mi vestuario en el espejo, sintiendo la mirada de Víctor clavada en cada parte de mi ser de manera constante, lo que me hace temblar levemente. Carraspeo con la garganta e intento ignorarle para concentrarme en las prendas de ropa que llevo puestas; voy con una minifalda blanca, la cual llevaba sin ponerme bastante tiempo, y un top negro con los extremos anudados sobre mi abdomen.

Mi yo adolescente ha vuelto, vaya.

—¿Vas a salir así? —cuestiona mi novio con mofa en sus palabras.

—Sí —confirmo y cojo el pintalabios rojo.

En cuanto lo abro, paso el carmín por mis labios hasta colorearlos de un rojo intenso.

—No me gusta cómo vas. —Su voz se vuelve seria.

Ruedo los ojos. Nunca te gusta nada.

—A mí sí. —Me encojo de hombros.

Cuando termino con el pintalabios, lo cierro y lo aguardo de nuevo en el estuche. Con la intención de esparcir bien el color del carmín, meto los labios en el interior de mi boca y los restriego entre sí, logrando así mi propósito con éxito.

—Esa falda es demasiado corta —comenta, ignorándome completamente.

Bufo con exasperación.

—Ya hemos hablado de esto otras veces. Me prometiste que no volverías a decir nada de mi ropa —le recuerdo.

Apoyo las palmas sobre la mesita del tocador y dirijo la mirada hacia el reflejo de Víctor en el espejo. Su ceño está arrugado y su boca forma una mueca de rabia. Trago saliva, asustada, y hago el esfuerzo de mantenerme fuerte y no salir corriendo. No le gusta que huya cuando estamos teniendo una discusión, le provoco un ataque de ira que acaba desquitando conmigo.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora