🌻 Capítulo 49

2.7K 304 62
                                    

Siento el roce de un dedo sobre mi espalda, acariciándome la piel desnuda de toda la columna vertebral con una delicadeza que me pone los pelos de punta, pero no me inmuto, continúo con los ojos cerrados, fingiendo seguir dormida para poder disfrutar de ese tacto durante algo más de tiempo. Se me antoja tan agradable despertarme en las mañanas con un gesto tan suave como este, que no quiero que acabe nunca, me gustaría prolongarlo para siempre, aunque sé que no va a ser posible, pues en algún momento tendré que enfrentarme a esos ojos grises azulados que tanto brillaron anoche y que lograron sacar lo mejor de mí, haciendo de esta noche la mejor de muchas.

La yema de su dedo abandona mis hombros y se posa en la mejilla que tengo visible, provocando que una sonrisa se abra paso en mis labios sin poder evitarlo. Escucho una risa muda por parte del chico que ha dormido junto a mí y noto como la parte del colchón más cercana a mi cuerpo se hunde hasta que su calidez me abraza dada a su repentina cercanía. Sus labios se posan sobre mi ceja, esa a la que le falta un poco de pelo debido al último golpe que recibí en esa zona.

Paso mi mano por su cuello, me voy dando la vuelta hasta que quedo boca arriba y abro las piernas para que Daniel pueda acomodarse entre ellas. Él lo capta y no tarda en hacerlo mientras que yo levanto las sábanas para que le sea más fácil. Su abdomen se posa sobre el mío y sus antebrazos se apoyan a ambos lados de mi cabeza para no dejar todo su peso sobre mí, pudiendo mirarme fijamente, hasta el punto de hacer que mis pómulos se tiñan ligeramente de un tono rojizo. Recorro su cintura y torso con mis manos, notando como sus músculos se tensan y relajan a mi paso. Su rostro desciende hacia el mío y no tarda en dejar un beso en el párpado de uno de mis ojos.

—Buenos días —susurra contra mis pestañas—. ¿Cómo estás?

—Muy bien —respondo—. ¿Y tú?

—Reventado... —Se deja caer completamente sobre mí, apoyando su cabeza en mi pecho—. Pero genial.

—¿Reventado? —indago, hundiendo mis dedos en su cabello.

—Me has agotado las pilas, ratona. Has acabado conmigo.

—¿Y eso es bueno o malo?

—Bueno, Wendy. Buenísimo. —Se ríe—. Has estado como... te he visto como...

—¿Cómo qué?

Levanta la cabeza y me mira a los ojos mientras que le da vueltas a algo en su mente, algo que parece no querer salir más allá de sus propios pensamientos, algo que ni siquiera él sabe. Abre la boca, dispuesto a contestarme, pero la vuelve a cerrar en el momento en el que algo se le escapa de su propio conocimiento. Su cejo se frunce y se queda estancado dentro de sí mismo. Ladeo la cabeza.

—¿Qué... qué vas a querer para desayunar? —pregunta cambiando de tema.

—Pues...

Apoyo las palmas sobre sus hombros, me incorporo un poco y, con ayuda de mis piernas, le hago rodar hacia la izquierda, quedando él abajo y yo arriba. Desciendo las manos por sus pectorales y torso, hasta que mis dedos llegan a la goma de sus calzoncillos y comienzan a juguetear con ella. No aparto la mirada de la suya, tiene los ojos muy abiertos y su rostro está rojo como un tomate.

—... a ti.

—Guao.

—Pero cómo estás agotado, me conformaré con un Nesquick —agrego con una sonrisa de oreja a oreja.

—Guao. —El tono con el que pronuncia esa onomatopeya cambia a uno que transmite desilusión—. Creo... creo que puedo aguantar otro asalto.

Ahora es mi turno de decirlo:

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora