Paseo inquieta de un lado a otro bajo la estatua ecuestre de Carlos III, esperando encontrarme con Daniel viniendo hacia aquí. Habíamos quedado en La Puerta del Sol a las siete, pero no habíamos acordado un lugar específico dentro de dicha plaza, así que temo que él ya esté por aquí y yo no pueda verle porque estemos en puntos diferentes. He querido esperar justo en este sitio porque puedo ver las dos bocas de metro, aunque tampoco sé si Dani usará el trasporte público para venir aquí o cualquier otro medio.
Dado los nervios a flor de piel que tengo, miro por décima vez el reloj del móvil; son las siete y tres minutos y, a cada segundo que pasa, siento el nudo en el estómago más apretado. Llevo así desde que me he despertado esta mañana para ir a trabajar, llegando incluso a preocupar a Catalina, quien no ha tardado en reírse de mí cuando le he contado el motivo por el cual me encuentro de esta forma tan extraña y darme ánimos para que todo salga bien.
Cojo una bocanada de aire y me miro el vestido que llevo puesto en busca de alguna arruga que pueda alisar para mantenerme entretenida y así calmarme, no obstante, está tan perfecto que no tengo nada que hacer. He optado por ponerme aquel vestido informal de mi madre, el azul clarito, corto hasta las rodillas, de tirantes, escote de pico y un pequeño lacito fino que he querido atarme a un costado en lugar de en la espalda. De calzado llevo unas sandalias que me ha prestado Silvia, solo espero no manchárselas con nada.
Antes de que el muchacho llegue, pongo la pantalla del móvil a la altura de mi cara y me coloco las hebras de cabello que han decidido salirse de la coleta, detrás de las orejas. Justo en ese preciso momento, me llega un mensaje de Daniel, lo que provoca que mi corazón pegue un vuelco y mi temperatura corporal suba un pelín más. Si ya tenía calor antes, ahora estoy que me muero.
Daniel: Te veo (19:04) ✔✔
Miro hacia todos lados en su busca, sin éxito.
Yo: Dónde estás? (19:04) ✔✔
Yo: No te veo (19:04) ✔✔
Daniel: A tu izquierda (19:05) ✔✔
Me giro hacia esa dirección y voy pasando la mirada por todas las personas que caminan por las cercanías, pero no diviso a ningún rubio achuchable. Al sentir la vibración del dispositivo, pongo mi atención en la pantalla otra vez.
Daniel: ¡A tu otra izquierda! (19:06) ✔✔
Obedezco, pero no hay rastro de él, lo que me hace arrugar el entrecejo y pensar que me está tomando el pelo.
Yo: Me estás vacilando, verdad? (19:06) ✔✔
Daniel: ♥ (19:06) ✔✔
Yo: Dani, tío!! (19:06) ✔✔
Daniel: Ya no soy tan desaborido. ¿A qué no? (19:07) ✔✔
Yo: ... (19:07) ✔✔
Daniel: Tú sigues igual de cabreíca que siempre, por lo que veo... (19:07) ✔✔
Yo: Eh (19: 07) ✔✔
Me quedo observando la pantalla, a la espera de que me acabe por decir en qué parte de la plaza se encuentra y deje de marearme para reírse de mí; me ha dado tanta vergüenza que se me han subido los colores a las mejillas. Antes de que pueda siquiera ponerme a buscarle con la mirada nuevamente, noto y escucho un fuerte soplido en mi oído derecho, lo que me hace pegar un brinco e, inmediatamente, darme la vuelta. Hecho esto, el chico al que tanto he estado esperando aparece a tan solo unos pasos de mí, los que yo me he alejado al sentir el aire que ha expulsado contra mi piel.
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Luna de miel
RomanceWendy lucha para salir de una relación tóxica con ayuda de sus seres queridos y de un chico muy borde que se encuentra cada día en el ascensor. * Wendy Martínez está atada a una relación que no tiene rumbo, que no llegará a ningún puerto y que está...