Catalina se entretiene calentándome las sobras de un puré de verduras que ella y Bruno han cenado hace un ratito, pues yo aún no he tenido oportunidad de hacerlo. Mientras que esperamos a que el microondas termine de calentármelo, mi amiga me propone invitar a Saray a dormir aquí con nosotros para hacer una mini fiesta de pijamas y así despejar un poco mi mente. No me he negado para nada en absoluto y la morena no ha tardado en llamarla por teléfono para decirle que se venga. Yo me quedo observándola, estando atenta a la conversación en manos libres que está manteniendo con la rubia de mi vecina; discuten sobre cual película ver, pues a Cata le van las de acción y a Saray las de terror. No obstante, a Bruno le encantan las comedias románticas y las de fantasía; odia todo aquello que dé una pizca de miedo. A mí me es indiferente, me suele gustar un poco de todo.
Desgraciadamente, el hermano de mi amiga no está presente para poder oponerse a las opciones que las dos chicas están metiendo en la baraja. Justo en el momento en el que he llegado a la casa de mis amigos, él se había metido en la ducha y aún no ha salido. Se va a llevar una sorpresa en cuanto salga y me vea aquí, así como se preocupará cuando le diga el motivo principal por el cual me encuentro esta noche aquí con ellos. Todavía no le he contado nada a Catalina sobre lo sucedido porque he preferido esperar a que estemos todos y no tener que contarlo tropecientas mil veces, pues me resulta muy duro hacerlo.
—Mira, hagamos una cosa —informa Catalina—. Tú tráete esa que dices y luego aquí ya vemos cual nos apetece ver.
—Venga, va —accede Saray—. ¿Llevo palomitas o tenéis?
—Trae también.
—Pues en un cuarto de hora, más o menos, estoy allí. Hasta ahora, mis amores.
—¡Hasta ahora, guapa! —decimos la morena y yo al unísono.
La llamada finaliza con una sonora carcajada por parte de Saray desde el otro lado de la línea y el pitido del microondas haciendo acto de presencia. Cata cuelga, deja el teléfono sobre la isla de la cocina para después sacar mi cena de ahí y ponérmela sobre la mesa. Antes de que pueda coger la cuchara y comenzar a comer, Bruno aparece de golpe en el salón que está a nuestra espalda, requiriendo de la presencia de su hermana mediante un par de llamados. Tanto ella como yo, posamos nuestra mirada en la entrada de la cocina, donde, segundos después, aparece el muchacho con su pijama puesto y secándose su larga melena con una toalla.
—¡Anda, Wendy! —exclama, alegre—. ¿Cómo tú por aquí a estas horas?
—He tenido un problema con Víctor —resumo lo máximo posible.
—¿Qué ha pasado? —Su cejo se arruga y se muestra serio.
—Nos lo va a contar cuando estemos todos —interviene su hermana.
—¿Todos?
—Va a venir Saray. —Se encoge de hombros—. Hoy toca sesión de cine.
Bruno traga saliva y se atreve a preguntar lo siguiente:
—¿Qué película?
—Hemos quedado entre No respires y las dos de It —respondo.
—¡No, tío! —se lamenta—. De miedo no, no me jodáis. Menudas ganas de sufrir tenéis...
—Abrázate a la almohada. —Carcajea Catalina.
Mi amigo suelta un bufido cargado de frustración; cuando decía que odiaba toda película, serie o libro de terror, no era mentira. Bruno es una persona muy asustadiza, tanto que es incapaz de controlar su cuerpo cuando llega la parte del susto. Su instinto de defensa se manifiesta y lanza puñetazos y patadas al aire como si eso fuese a detener a esos personajes que tienen fama de tétricos y terroríficos. Es mejor no estar cerca de él cuando se está reproduciendo en la televisión algo que pertenezca a ese género, pues lo más seguro, es que te lleves algún que otro golpe sin querer.
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Luna de miel
RomanceWendy lucha para salir de una relación tóxica con ayuda de sus seres queridos y de un chico muy borde que se encuentra cada día en el ascensor. * Wendy Martínez está atada a una relación que no tiene rumbo, que no llegará a ningún puerto y que está...