Mi paseo con Fernando duró poco más de media hora, durante ese tiempo se mantuvo hablando conmigo de todo tipo de cosas para mantener mi mente ocupada, cosa que consiguió con éxito, pues estuve completamente concentrada en cada palabra que salía de su boca y me olvidé de todo lo malo. Me contó más batallas que sus hijos habían tenido de pequeños y en las cuales Dani solía salir vencedor, no obstante, él no era el único diablillo de la casa. Lucas, a cada trastada que le hacía su hermano menor, se vengaba con todo su arsenal. Resulta que Daniel les tiene pánico a las arañas por un trauma que él mismo le creó tras una semana de insufribles travesuras; le llenaba la cama de arañas pequeñitas de plástico mientras dormía, se las tiraba por encima de la ducha cuando se estaba bañando, se las pegaba en las paredes de su cuarto y alguna que otra se la metía dentro de la sopa cuando iban a comer. Tal para cual.
Cuando ya iba anocheciendo y tan solo quedábamos en el hospital Saray, Lucas, sus padres y yo, me he ofrecido a quedarme a pasar la noche con el menor de los Armendáriz para que su familia pudiese marcharse a casa a descansar. Como me había dicho el hermano de mi novio, llevaban aquí desde las doce de la noche del día anterior. Han accedido, luego de su insistencia en que alguien más nos hiciera compañía y mis constantes negativas, y se han marchado a su hogar, no sin antes decirme que los llamase si pasaba cualquier cosa. Mi amiga se ha quedado conmigo una hora más después de que abandonaran el recinto hospitalario, pero ha acabado por irse cuando el reloj ha dado las once.
Ahora me encuentro sentada en la silla, junto a la camilla en la que Daniel está dormido y con su mano aferrada a la mía. Ha caído rendido nada más terminar de cenar, con ayuda de mis dedos deslizándose suavemente sobre su brazo. Aún no me acostumbro a verle en este estado, me resulta imposible de creer que esté ahí postrado y en plena recuperación de una herida producida por un arma blanca. Daría lo que fuera por regresar a esos días en los que hemos vivido juntos en su apartamento de la playa y ver esos ojos grises contemplándome en silencio mientras me acaricia entera.
Con mi mano libre, desbloqueo mi dispositivo y miro los mensajes desde la barra de notificaciones; tengo uno de Lucas y un par del grupo que comparto con mis amigos en los que me preguntan si estamos bien. Les contesto lo mismo a todos, que todo está igual que cuando se fueron a casa. Invierto un rato en hablar con ellos hasta que me dan las buenas noches, yo también se las doy antes de poner mi atención de nuevo en el rubio que duerme a mi vera.
—Ah, te has quedado tú. —Una voz a mi espalda me hace pegar un leve brinco.
Me giro un poco hasta que Amanda aparece en mi campo de visión entrando en la habitación, ella no se molesta en sostenerme la mirada más allá de dos segundos. Se sienta en el sillón que hay contra la pared que hay enfrente de la cama y se pone el bolso sobre sus piernas sin decir ni una sola palabra más. Me humedezco los labios y aparto la vista sin saber muy bien qué decir.
—¿Qué puto problema tiene tu ex con Daniel? —cuestiona con una seriedad que me incomoda.
—Que está saliendo conmigo.
—¿Tú ex ha intentado matar a Dani porque está saliendo contigo?
—Sí... —susurro y le miro.
El silencio reina en el lugar por unos breves instantes en los que únicamente nos miramos.
—Es un maltratador, ¿no? —deduce—. Te pegaba, te humillaba... ¿Cómo se siente estar en una relación así?
—Como si estuvieras en un barco que se está hundiendo y no supieras nadar —respondo con voz temblorosa—. Te ahogas.
—Qué hijo de puta. ¿Cuánto llevabais juntos?
—Seis años.
—¿Seis años? —exclama con sorpresa—. ¿Cómo es que has aguantado tanto? ¿Es que no te enterabas de lo que pasaba o qué?
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Luna de miel
RomanceWendy lucha para salir de una relación tóxica con ayuda de sus seres queridos y de un chico muy borde que se encuentra cada día en el ascensor. * Wendy Martínez está atada a una relación que no tiene rumbo, que no llegará a ningún puerto y que está...