🌻 Capítulo 55

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La melodía de November rain resuena en el interior del coche del padre de Daniel mientras que él me lleva de vuelta a casa a eso de las siete de la tarde, cuando aún está presente el sol; a pesar de haberle dicho toda su familia y yo que no debería de conducir estando todavía en periodo de recuperación, se ha empeñado en hacerlo. Lucas no mentía cuando me dijo que era muy cabezota. Al menos tenemos el consuelo de que nuestras casas no están exageradamente lejos, lo que en cierto modo nos ha tranquilizado un poco, pero el temor a que se vea obligado a pegar un frenazo y que el cinturón de seguridad le haga daño en la herida, es inevitable tenerlo presente.

—Ya hemos llegado —avisa, sacándome de mis pensamientos.

—Terco —murmuro—. Te has podido hacer daño.

—Wendy, mira.

Le pongo atención y él se levanta un poco la camiseta, dejándome ver las suturas de sus heridas.

—Está bien, se están curando de maravilla. En unos días me van a quitar los puntos y estaré como nuevo —comenta—. Estoy bien.

Cojo una bocanada de aire y la voy expulsando poco a poco mientras que desplazo las yemas de mis dedos por el centro de su abdomen, sin llegar a rozarle las cicatrices. Me humedezco los labios y asciendo hasta su rostro, perfilando su mandíbula con el pulgar y el índice. Daniel se coloca la ropa bien y me muestra una cálida sonrisa en sus labios que logra derretirme y provocar otra en los míos.

—Un día de estos quiero hacerte una sesión de fotos —me hace saber en un susurro—. Mi cámara pide a gritos gastar un carrete contigo.

—¿Qué parte de que no soy fotogénica no entiendes?

—¿La verdad? Ninguna. Puedo demostrar que te equivocas.

—¿Seguro? —Alzo las cejas.

—Segurísimo. —Choca su nariz con la mía.

—Pues cuando quieras.

El rubio se separa un poco de mí y me muestra una sonrisa que rebosa ilusión.

—¿Eres consciente de la pedazo obra de arte que puede salir de esa sesión?

—No —admito.

—¡Oh, venga! Si le provocarías el Síndrome de Stendhal a cualquiera que te mirara. Y créeme, me incluyo.

—¿Síndrome de Stenqué? —Arrugo el entrecejo.

—Búscalo en Google cuando puedas.

—¿En serio me vas a hacer buscarlo en internet?

—Oh, sí. —Me guiña un ojo.

Él se recuesta en su asiento y estira los brazos en el volante, tiene una sonrisa bobalicona plantada en el rostro y los pómulos teñidos de un ligero color rojizo. Me mantengo observándole por unos segundos que no le pasan discretos, por lo que no duda en mirarme con una ceja arqueada con una connotación sugerente que me hace apartar la vista y reír.

—Oye, Catalina es fan de Rodrigo —le informo—. ¿Crees que sea posible quedar y que le firme un autógrafo?

La vez que se vieron en el hospital no quiso pedirle nada, ni siquiera se acercó para hablarle y supongo que fue por el momento tan delicado en el que nos encontrábamos. Dani estaba ingresado y, a pesar de que en ese momento estaba en su mejor estado, la conozco lo suficiente para saber que no intentaría por ningún medio aprovechar esa situación para presentarse y conocer al chico de los rizos. Me gustaría que pudiera tener la oportunidad de hacerlo en un momento más idóneo.

—Sí, podemos quedar para cenar mañana después de la reunión con lo de la discográfica —responde—. Avisa a tus amigos y así lo celebramos todos juntos, ¿cómo lo ves?

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora