🌻 Capítulo 16

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Sumergida en la inmensa oscuridad de mi interior, alcanzo a escuchar el tintineo de unas llaves bailando en la cerradura de la puerta de mi casa. Me despierto, abro los ojos y la luz de la calle que entra por los pequeños huecos de las persianas que tapan la cristalera del balcón son mi única iluminación para poder saber que me encuentro en mi dormitorio.

Estiro el brazo y agarro el móvil. Tras desbloquearlo, veo que son cerca de la una de la madrugada. Suspiro, bloqueo la pantalla y me acurruco contra la almohada para volver a conciliar el sueño. Sin embargo, el chirrido que hace mi puerta al abrirse y al cerrarse, hace que me incorpore de golpe y el sueño se me quite al instante. Alguien está entrando en mi casa. Y ese alguien es, sin duda alguna, Víctor.

Trago saliva y, con la respiración atropellada, salgo de la cama de un salto. Como acto reflejo, miro hacia todas partes, buscando un escondite en el que no me pueda encontrar, pero es inútil. Él ya se sabe todos mis escondites: debajo de la cama y encajonada dentro del armario. Incluso bajo la mesa del tocador. Antes de que llegue hacia aquí, decido intentar salir y buscar un lugar donde esconderme en otra estancia de mi piso, en cambio, apenas doy un par de pasos y mi novio ya está abriendo la puerta de mi habitación.

La luz del pasillo proyecta su sombra en el suelo y ensombrece la parte delantera de su cuerpo. Aun así, puedo ver que tiene un aspecto desaliñado. Está despeinado y el traje que lleva puesto está arrugado y desordenado. Lleva parte de la camisa blanca por fuera de los pantalones y medio desabotonada. La corbata yace echa un desastre alrededor de su cuello y los dedos de su mano izquierda se aferran con fuerza al cuello de una botella de alcohol. Está borracho. Y eso no es bueno.

—Había... preparado... una bonita velada para ambos... —dice con dificultad—. Me lo he... currado tanto porque... porque tenía algo especial que... decirte. Y así me lo... agradeces. —Me señala con la botella.

Víctor apoya su hombro derecho en el marco de la puerta tras la pérdida momentánea del equilibrio.

—L-lo siento, yo...

—¡Cállate! —grita, cosa que hace que me estremezca—. Eres una... desagradecida. No valoras todo... el esfuerzo que pongo en... esta puñetera relación.

Da un par de pasos hacia a mí, lo que provoca que yo los retroceda, asustada.

—Cálmate, podemos hablar esto —intento hacerle entrar en razón.

—¡No quiero escucharte!

Toma una de mis muñecas con fuerza y me atrae hasta su cuerpo al mismo tiempo que estampa la botella de cristal contra el suelo, justo a mi lado. Con su mano libre, apresa mi otro brazo y acerca su rostro peligrosamente al mío. Hago el esfuerzo de apartarme para no oler su repugnante olor a alcohol, pero eso no le hace ni pizca de gracia, por lo que aprieta el agarre.

—Primero me dejas plantado... y luego... luego me mientes y me cuelgas la puta llamada...

Todo mi cuerpo comienza a temblar.

—¿Qué pasas de mi puto culo dijiste? ¡Respétame, Wendy! —chilla fuera de sí.

Acto seguido y sin ni siquiera darme tiempo a reaccionar, me tira contra el suelo, boca abajo. Por suerte, mis brazos han llegado a tiempo para amortiguar mi caída. Voy a levantarme, pero él me lo impide cogiendo mis brazos y apresándomelos en mi espalda. Me revuelvo como puedo, queriendo deshacerme de su agarre, pero tiene bastante más fuerza que yo. Cuando noto como se pone a ahorcajadas sobre mí, toda esperanza se esfuma de mi ser. Estoy atrapada.

—Por favor, suéltame... —sollozo.

Mientras que una de sus manos sigue sosteniendo las mías, la que le queda libre se enreda en mi cabello y tira de él hacia arriba para levantar mi cara del suelo.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora