🌻 Capítulo 30

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Han pasado tres meses desde que ingresé en el hospital por lo que Víctor hizo conmigo en el momento en el que rompí nuestra relación y él no estuvo de acuerdo con mi decisión. En todo este tiempo me he recuperado de todas las lesiones que me causó la agresión, aunque todavía conservo algunas marcas, y he estado yendo a terapia para poder reconstruirme por dentro; con la ayuda de mi psicóloga y Silvia, hemos hecho grandes avances en mí, aunque aún nos queda un largo camino por recorrer antes de darme el alta. Ahora mismo estamos trabajando en el tercer objetivo, el de empoderamiento: modificación de mitos y creencias, autoafirmación, regulación emocional, asertividad y toma de decisiones y la dependencia emocional.

También he podido recuperar mi puesto de trabajo; al principio me costó reincorporarme, pues tenía miedo de toparme con Víctor por esos lares, así como por las cercanías de mi hogar y lugares que suelo frecuentar habitualmente. No obstante, él no ha quebrantado la orden de alejamiento en ningún momento desde que denuncié. No sé si ha intentado contactarme, pues acabé por cambiar de número de teléfono, al igual que la cerradura de mi casa; la única que tiene una copia es Catalina. En cuanto al juicio que tenemos pendiente, será en septiembre; aún queda bastante tiempo.

Respecto a Daniel, no he vuelto a tener noticias de él. Mi amiga no le encontró por el hospital durante el tiempo que estuve ingresada; al parecer, no ha vuelto a asistir a sus sesiones terapéuticas. Cuando me dieron el alta, intenté contactar con él de todas las formas que me eran posibles, pero no tenía nada que me relacionase directamente con él. Hasta estuve paseando en las tardes junto con Saray por las calles de Madrid más bonitas para ver si nos lo encontrábamos fotografiando algo. No tuvimos suerte.

Incluso hay veces en las pregunto si él pudo haber estado mensajeándome, pero, al haber cambiado de contacto, no recibiese absolutamente nada. Paso horas martirizándome con ese pensamiento, sobre todo en las noches en las que no puedo dormir por las pesadillas y el temor de que mi ex quiera entrar a la fuerza en mi piso. No sabía que podría llegar a echar tanto de menos a una persona con la que no tuve la oportunidad de pasar más tiempo. Me pone triste saber que, lo más posible, es que no vuelva a verle nunca más.

—¡Wendy, baja de las nubes! —La voz de José me saca de mi ensimismamiento—. Llevas más de diez minutos secando esa taza, vas a acabar por hacerla trasparente.

—Lo siento —me disculpo al poner de nuevo los pies en la tierra, pero reacciono tan de golpe, que dejo de sujetar la taza sin querer, lo que hace que esta caiga sobre la encimera—. Mierrr...coles. Perdón.

—Hoy es viernes, pero bueno —se burla él—. Venga, no te distraigas.

Da unas palmaditas sobre la barra de bar a la vez que me muestra una cálida sonrisa, la cual yo le devuelvo, y se marcha hacia el almacén para poder revisar los alimentos y ver si hace falta reponer algo. Catalina se ríe a mi lado mientras hace un recuento en la caja registradora del dinero que hemos obtenido hoy y Jorge no tarda en acercarse a mí entre risas para echarme una mano con el secado de cubiertos, platos y vasos. Hace un cuarto de hora que hemos echado el cierre y aún estoy por la cuarta taza.

—Yo me ocupo de una mitad y tú de la otra —propone—. Al paso que vas, te quedas aquí a pasar la tarde.

—Gracias. —Río—. Menos mal que ya queda poco para tener las vacaciones de agosto.

—La semana que viene, ya. El lunes es el último día —agrega mi amiga con alegría—. ¿Sabéis qué? Vayámonos de fiesta. Wendy aún me debe una.

Me tenso ante esa idea. Desde hace bastante tiempo que me muestro reacia a asistir a una discoteca o cualquier local dedicado a las fiestas nocturnas, pues en mi mente aún está implantado algunas de las prohibiciones que Víctor me había impuesto en nuestra relación y me cuesta bastante saltármelas por miedo. Pero ¿miedo a qué? No lo sé.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora