🌻 Capítulo 44

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En la tarde del día siguiente, ya estábamos subiendo nuestras maletas en el maletero del coche del padre de Daniel; al parecer, el que usaban él y Lucas estaba en el mecánico por un pequeño fallo en el motor. Dani se ha quedado todo el día conmigo, ni siquiera hemos salido de casa hasta hace unos minutos que su familia nos ha llamado para que bajáramos al portal. Hemos amortiguado el tiempo viendo alguna que otra película y jugando al parchís como unos posesos. Él siempre ganaba y no sabía por qué razón, así que me piqué y no paramos de echar partida tras partida hasta que me percaté de que hacía trampas. Siempre que no miraba, avanzaba su ficha unas cuantas casillas de más. ¡Debí imaginarlo! Hasta en las Tres en raya que jugamos en el ascensor el día que nos quedamos atrapados en él hizo trampas. Capullo.

Una vez que Aurora termina de meter la maleta de Dani, la cual Lucas ha hecho por él, y alguna que otra cosa como la sombrilla, las esterillas y todo lo relacionado con el tema de la playa, me dispongo a meter el macuto que el rubio me ha ayudado a hacer unas horas antes. Terminado todo esto, la mujer nos da un abrazo y dos besos a los dos para despedirse, acción que imitan su marido y su hijo mayor.

—Id con cuidado por la carretera —dice Fernando pasando su brazo por la espalda de su esposa—. Y con las condenadas medusas también. ¡Ah! Y los erizos. Bueno, y los cangrejos, que tienen unas pinzas muy puñeteras. Oh, y si avistáis una aleta...

—A ver, escuchadme los dos bien, eh —le interrumpe Aurora de sopetón—. Os vais dos, así que espero que seáis dos los que regreséis. Se me entiende, ¿no?

Al escuchar su advertencia, no puedo evitar atragantarme con mi propia saliva y toser como loca, cosa que le hace bastante gracia a la mujer, pues no duda ni un solo segundo en reírse un tanto traviesa. Ella amplía su sonrisa y arquea las cejas, recalcando el significado de sus palabras con un simple gesto facial. Cuando miro a su hijo menor para poder ver su reacción, le veo coger una bocanada de aire, rodar los ojos con cansancio y sonreír un tanto avergonzado.

—Adiós, mamá —se despide, ignorando su comentario.

Dicho esto, el muchacho me coge de la mano y me da un suave tirón para que me vaya sentando en el asiento del copiloto. En cuanto los dos estamos dentro del coche, cada uno en su respectivo sitio, él hace sonar el claxon antes de arrancar y emprender nuestro viaje, como última despedida a su familia. Estos, antes de perdernos de vista, alzan sus manos y las mueven de un lado a otro.

Pongo la vista en el frente y trago saliva; justo cuando me quedo a solas con Dani, los nervios hacen acto de presencia. Siento mis mejillas arder, el estómago me duele y me ha salido un tic en la pierna derecha, el cual me provoca subirla y bajarla de manera sucesiva. Instintivamente, saco mi dispositivo móvil del bolso y lo desbloqueo para distraerme un poco en los primeros minutos de trayecto o, al menos, hasta que esta inquietud que me aborda se desvanezca.

No tengo ni la menor idea de a qué se debe este nerviosismo ahora cuando, normalmente, estoy especialmente cómoda al lado de Dani. Suelo tener mis nervios, pero estos son más fuertes que cualquier otro que haya experimentado estando a su vera. Quizás sea por el hecho de saber que voy a estar con él a solas en una casa bastante lejana al lugar en el que he vivido siempre. Aunque no es la primera vez que viajo a la playa, sí lo es con alguien con el que mantengo una relación que se aleja un poco ya de lo amistoso. Llego a pensar que, tal vez, le tenga miedo a esto. A quedarme con Daniel durante varios días a solas en una casa ajena. ¿Miedo por qué? ¿Por qué le estoy cogiendo miedo a Dani ahora? Él no sería capaz de hacer nada... malo, ¿no? Que alguien se haya estado portando mal conmigo durante tanto tiempo sin yo darme cuenta no quiere decir que me vuelva a suceder, ¿verdad? Joder...

Niego con la cabeza y me obligo a pensar en otra cosa. Navego por los chats que tengo sin leer, dando con el grupo que tenemos Saray, Bruno, Catalina y yo. Los tres me hacen saber que esperan que me lo pase bien y que, por favor, les traiga algún detalle de allí. Aunque sé que esto lo dicen de broma, no sería una mala idea llevarles algún imán para decorar sus neveras.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora