El silencio es lo único que puedo percibir en el interior de mi hogar, me encuentro en el interior de la habitación que mi madre transformó en un campo de girasoles especialmente para mí, para cuando tuviera que esconderme de mi padre o de cualquier cosa que pudiera herirme, tanto física como emocionalmente. Estoy ahí sola, en silencio, observando cada girasol pintado en los lienzos y paredes mientras que disfruto del calor que me proporciona la luz del sol que entra de lleno por la ventana de enfrente. Siento que nadie puede perturbar esa paz que siento, cierro los ojos y continúo disfrutando del momento.
Respiro en profundidad, relajando cada parte de mi ser y recordando a Eva con su mejor sonrisa en la cara, no obstante, todo esto se desvanece en el instante en el que escucho la puerta de casa abrirse y el tintineo de las llaves. Abro los ojos y mi respiración se ve interrumpida por unos segundos. Mi expresión facial cae en seriedad, una nube parece tapar el sol hasta dejar la habitación teñida de un gris frío; sé lo que viene a continuación, puedo sentir los pasos pausados acercarse hacia donde estoy, firmes y bruscos. Los reconozco.
En cuanto estos dejan de resonar por la estancia, me levanto del suelo y me atrevo a girarme para enfrentar a mi mayor miedo. Víctor aparece en el marco de la puerta, con el pecho hinchado, el ceño fruncido y los puños apretados a ambos lados de su torso. Me tenso en el sitio y las ganas de salir corriendo aumentan en mi ser, pero no puedo, mis piernas no se mueven.
Él se aproxima hacia a mí como si fuera un toro enfurecido, arrasando con todo a su paso. Con sus fuertes brazos derriba los caballetes de un golpe, haciéndolos colisionar hasta romperse contra las paredes o el suelo. Sigo sin poder mover ni un músculo cuando sus manos empiezan a despojarme de mi ropa muy violentamente. La rompe, separando los hilos como si de papel se tratase. Sus manos recorren cada rincón de mi cuerpo, me maneja como si fuera una marioneta, algo que llegué a ser tiempo atrás.
Me agobio tanto al no poder hacer nada por quitármele de encima, que comienzo a llorar y ni siquiera siento las lágrimas recorrer mi rostro. No sé lo que sucede hasta que me despierto entre espasmos, dando patas y puñetazos al aire y gritando como si lo que estaba sucediendo fuera real. Ahora siento los pómulos y los ojos húmedos, el corazón latiéndome a mil por hora, a un chico queriendo tocarme justo a mi lado y del cual huyo instintivamente. Me desplazo al otro lado de la cama, apartando sus manos de mí de un manotazo que me sale bastante brusco.
—¡No me toques! —chillo.
Bajo de la cama a trompicones, me siento en el suelo y me acurruco contra la pared, aún con el susto en el cuerpo. Abrazo mis rodillas y miro de reojo lo que hace el chico que estaba durmiendo a mi vera. Este se acerca a mí con cautela y yo tengo el acto reflejo de apretarme más contra la pared, negando con la cabeza repetidas veces y fuera de mí.
—Wendy, soy yo —dice él, preocupado—. Soy Daniel.
Trago saliva y le presto atención a sus rasgos faciales; es verdad, es él.
—Soy Dani —repite y continúa aproximándose—. ¿Estás bien?
—Por favor... —suplico—. No te acerques. Ahora no...
—Vale. ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
Niego con la cabeza e intento calmar mis pulsaciones y el aire que entra y sale de mis pulmones.
—Solo ha sido una pesadilla, tranquila.
—Déjame sola, por favor —le pido entre sollozos.
—Está bien. —Suspira—. Si necesitas algo, llámame.
Dicho esto, se da media vuelta no muy convencido y sale de la habitación. Cuando desaparece de mi campo de visión, respiro hondo e intento pensar en otra cosa para hacer llegar la calma a mí, pero me resulta casi imposible. Los brazos y las piernas me tiemblan como si estuviera en pleno invierno y sin ningún tipo de abrigo, en mi mente siguen sucediéndose imágenes de lo que podría haber pasado, sacando referencias de mis propias vivencias, recuerdos amargos que lo único que consiguen es aumentar el mar de lágrimas en el que voy a acabar ahogándome de nuevo.
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Luna de miel
RomanceWendy lucha para salir de una relación tóxica con ayuda de sus seres queridos y de un chico muy borde que se encuentra cada día en el ascensor. * Wendy Martínez está atada a una relación que no tiene rumbo, que no llegará a ningún puerto y que está...