🌻 Capítulo 17

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Me miro al espejo, viendo la marca amoratada de los dedos de Víctor sobre una de mis mejillas. Paso las yemas de mis dedos por el contorno mientras que con mi mano libre aprieto la brocha manchada con el maquillaje que ocultará esos hematomas. Una vez que he logrado ocultar todo rastro de violencia en mi rostro, a excepción de la cicatriz de mi ceja, me dispongo a ocultar las ojeras que descansan bajo mis ojos. No he podido dormir absolutamente nada desde que Silvia me trajo a casa, a pesar de que lo he estado intentando. Por suerte o por desgracia, aún no lo tengo claro, no he vuelto a saber de Víctor. Ningún mensaje, ninguna llamada y ninguna otra visita inesperada. Ahora mismo, lo que más me preocupa es Catalina y José. ¿Qué les voy a decir cuando me vean en el estado en el que me encuentro esta mañana? Sé que no me creerán si les miento, pero siento que no es una buena idea contarles la verdad.

Cuando finalizo, guardo todo donde estaba y miro la hora en mi dispositivo móvil. Ya va siendo hora de que me marche a trabajar. Espero que Daniel no me haga muchas preguntas al respecto hoy en el ascensor, no creo tener las fuerzas suficientes para responderlas. No creo tener fuerzas de ponerle de pretexto la excusa de mi tonta caía en el baño.

No le doy más vueltas al asunto por el momento, así que me coloco bien el uniforme de la cafetería, guardo mis pertenecías en la mochila y salgo de casa. Tras cerrar la puerta, me apresuro a llamar al ascensor, no vaya a ser que ahora llegue otra vez tarde. Sin embargo, antes de que pueda siquiera presionar el botón, las puertas de la cabina se abren justo en mis narices. Mi querido vecino borde aparece ante mí con una radiante sonrisa que se va apagando conforme sus ojos viajan por cada rincón de mi destrozada cara.

—Buenos días —saludo y entro en el elevador.

Él saca su bolígrafo y su libreta del macuto de su cámara fotográfica. Aprieto el botón de la planta baja y espero a llegar a nuestro destino. Dani pone su libreta frente a mis ojos para llamar mi atención. Pone lo siguiente:

"¿Qué te ha pasado?"

Trago saliva.

—Anoche me caí en la ducha y me golpeé con el grifo —digo la frase que me llevo aprendiendo desde hace horas—. El suelo resbala un poco. Bueno, mucho.

Dani frunce el ceño y se relame los labios mientras vuelve a escribir otra vez. La expresión neutra de su cara no me da ninguna pista sobre lo que piensa realmente. No sé si me ha creído o no y solo está dejando estar el tema. Al finalizar su escritura, vuelve a mostrármelo.

"¿En qué trabajas que siempre llegas tarde?"

Arquea una ceja y yo no puedo evitar reírme.

—En una cafetería —respondo—. ¿Y tú dónde vas todas las mañanas? El otro día te vi por el hospital.

Él niega con la cabeza, quitándole importancia al asunto. Vale, no quiere hablar de ello.

Las puertas del ascensor se abren y ambos salimos. Antes de salir del edificio, Dani me frena para hacerme ver que está escribiéndome otra cosa. Espero paciente hasta que arranca la hoja y me la entrega. Acto seguido, se da la vuelta y sale del portal. Antes de que se marche, me apresuro para seguir sus pasos y despedirme de él.

—Adiós, Dani.

Tanto él como el chico que siempre le acompaña, se giran para poder verme. Daniel alza la mano y me hace ver esa sonrisa que hace poco que he descubierto que tanto me gusta. Después sigue con su camino, dejando a su acompañante quieto en el sitio mirándonos de forma intermitente un tanto anonadado. Ladeo la cabeza, confundida. Antes de que alguno de los dos podamos decir algo, este corre tras mi vecino para alcanzarle.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora