🌻 Capítulo 48

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Han pasado dos noches desde que le pedí salir a Dani, no me arrepiento para nada en absoluto de haber tomado esa decisión, pero aún me abordan algunas dudas que sé que podré ser capaz de superar con el paso del tiempo. Al menos, es lo que espero. Durante este breve lapso me ha estado apoyando y animando cuando me he venido abajo por otra pesadilla u otra inseguridad que ha tenido que ver con nuestra relación. También he podido hablar con la psicóloga que me ha estado atendiendo en estos meses por llamada telefónica, así como con mis amigos. Siento que avanzo, poco a poco, pero avanzo. Lo que también va en aumento son las ganas más tontas que tengo de acostarme con Daniel; soy incapaz de no avergonzarme ante este tipo de pensamientos.

Me mantengo mirando mi reflejo en el espejo mientras que decido si el vestuario que llevo puesto está bien o debería de cambiarlo por otro. Daniel, después de cenar, ha propuesto ir a dar una vuelta, así que me he ido a duchar antes de marcharnos; él ahora está en el salón esperándome y yo aquí sin saber si le puede llegar a molestar que lleve esta ropa puesta o no. Llevo lo mismo que el día que fui de fiesta con Catalina, Saray y Bruno, esa misma noche en la que nos encontramos a Lucas y pude pedirle el número de su hermano pequeño. El body blanco de encaje escotado con los vaqueros negros, aunque los de hoy son cortos.

Suelto un suspiro y me hecho los pelos hacia atrás para poder recogérmelos en una coleta alta antes de salir del cuarto de baño. Cuando finalizo, me coloco los mechones rebeldes detrás de las orejas, pues la goma no ha sido capaz de engancharlos. Una vez que estoy lista, me armo de valor y salgo de la estancia para dirigirme hacia el salón. Voy caminando con pasos lentos y silenciosos, como si fuese malo que el chico que me espera me escuchase hacer ruido.

En el momento en el que llego a mi destino, me encuentro con que el rubio se encuentra recostado en el sofá tecleando en su móvil. Apenas doy un paso y sus ojos se posan en mí en el acto, lo que me hace frenar en el sitio y tragar saliva. Él se incorpora lentamente, bloquea el móvil y me da un repaso con la mirada de arriba abajo muy lentamente.

—Guao —expresa y luego agrega—: Wen, eso es una multa asegurada.

—¿Qué?

Los temores me invaden al pensar a lo que puede llegar a referirse: mi ropa. Seguro que es demasiado corta para su gusto, la he cagado...

—Sí —insiste—. El límite es sesenta y tú me has puesto a cien.

Me quedo completamente estática en el sitio tras haber escuchado su contestación; no me esperaba que me respondiera algo así. Mi corazón se ha acelerado después de haber pegado un pequeño brinco, la temperatura corporal me ha subido hasta el punto de notar mi rostro arder y sé que, si hablo, me trabaré unas cuatro veces antes de poder decir algo coherente.

Inmediatamente, me fijo en su cuerpo, en las partes que más me gustan de él, como sus manos y espalda. En mi interior se entremezclan distintos estímulos que me cuesta sobrellevar, sobre todo desde que fui consciente del deseo sexual que tengo hacia Daniel aquella noche en el coche, cuando mi cabeza se desvió hacia pensamientos que acabaron sorprendiéndome. Me resulta tan extraño querer esto sin estar siendo presionada u obligada, que no sé cómo manejarlo.

Él me mira con una sonrisa de medio lado que me provoca lanzarme sobre él. Trago saliva y me voy acercando hacia su posición con pasos pausados, haciendo que mi novio me siga con los ojos en todo momento. Cuando estoy a pocos centímetros de donde está sentado, ni siquiera pasa por mi cabeza lo que estoy a punto de hacer. Pongo mis piernas a ambos lados de las suyas hasta quedar a horcajadas sobre él. Instintivamente, sus manos se posan suavemente sobre mis caderas y las mías sobre su cuello.

Sus iris se mantienen fijos en los míos, como si no supiera cómo reaccionar ante mis actos, cosa que yo tampoco sé. Voy aproximando mi boca a la suya, despacio, y, cuando nuestros labios se unen, comienzo a moverlos a un ritmo al que él se acomoda enseguida. Al rato, abandono su boca para devorar aquello que llevo queriendo desde nuestra cita en Sol. A pesar de mi vergüenza, lo hago, atrapo su cuello con los dientes, evitando apretar demasiado para no dejarle ningún tipo de marca; nunca me han gustado los chupetones. Mordisqueo, beso y rozo con mis labios su piel, sintiendo como las manos de Dani se aferran a mi cintura, como su vello se eriza y como su respiración se vuelve temblorosa.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora