Corto un trozo de celo con los dientes y lo pego por la parte rota de la fotografía del campo de girasoles, volviendo a unir los dos segmentos que Víctor separó a la fuerza. Tomo la fotografía ente mis manos y la examino de cerca para ver como ha quedado tras mi simple reparación. Desgraciadamente, se nota que la han rajado por la mitad.
Suelto un sonoro suspiro de frustración y miro la hora en mi dispositivo móvil. Son las siete de la tarde. Hace media hora que Catalina se ha ido de mi casa. Después de comer se presentó aquí con la intención de continuar viendo American Horros Story; para mi mala suerte, se ha enterado de que me he visto un capítulo sin ella. Como venganza, me ha limitado la ración de palomitas, pero bueno, ha merecido la pena. Ya pronto tendremos que empezar con la segunda temporada y ella se ha asegurado personalmente de que no pueda verla por adelantado. Se ha llevado el disco consigo.
Cuando escucho como la puerta de mi hogar se abre, el temor vuelve a invadirme de pies a cabeza. Me levanto del sofá en el acto y me guardo la fotografía de Dani entre la cinturilla de los pantalones del pijama y mi cadera. Espero que el agarre de la goma sea suficiente y no se me caiga. Sin más, me acerco al pasillo y me asomo levemente por el marco de la puerta; como era de esperarse, mi visita es Víctor.
Él cierra la puerta a su espalda y luego se da la vuelta, topándose conmigo. La borrachera parece haber desaparecido enteramente de su organismo, pero por la cara que tiene, sé que la resaca le está dando mucho por culo. El chico que tengo en frente respira hondo y se lleva una mano a la nuca al mismo tiempo que avanza peligrosamente hacia a mí, lo que hace que yo me aferre a la pared como si esta pudiera llegar a protegerme.
En cuanto logro verle las intenciones, echo a correr en dirección contraria, entrando de nuevo al salón. Sin embargo, él atrapa una de mis muñecas antes de que pueda escapar. Suelto un quejido de dolor al notar como refuerza el agarre sobre el esguince. Víctor tira de mí hasta que mi cuerpo choca contra el suyo. Está apretando su mandíbula tanto que hasta puedo escuchar sus dientes rechinar. Incluso su respiración se ha vuelto tan fuerte como la de un toro.
Se encuentra en ese estado en el que se niega hablar y en la que solo quiero obtener una cosa de mí como castigo por algo que él considera que he hecho mal. Me está castigando por lo que ha pasado hace tan solo unas horas, por no haber sido capaz de salirse con la suya.
—¡No, para! —grito.
Mi novio me arrastra hasta el pasillo, con la intención de guiarme hasta mi cuarto, pero hago lo posible para que eso no suceda. Clavo los talones descalzos en el suelo y dejo caer todo mi peso hacia atrás para que le cueste más llevarme a donde él quiere. En cambio, al ver que no está logrando su propósito, me empotra contra la pared y me inmoviliza ahí. Poniendo una rodilla entre mis piernas, la otra al lado de mi cadera, una mano apretando mi abdomen y la que le queda libre tapándome la boca para impedir que los vecinos escuchen mis chillidos de auxilio.
Su frente se pega a la mía, lo que me deja percibir su respiración más de cerca. Comienzo a ponerme nerviosa al sentir como la mano que me sujeta del vientre se mete bajo los pantalones del pijama y mis bragas. Aprieto las piernas para que no sea capaz de llegar a esa zona que no quiero que toque por nada del mundo. Escucho como la fotografía de Dani cae contra el parqué y como el aire que sale y entra de mis pulmones se estrella contra la palma de Víctor. Mis sollozos es lo único que puede llegar a escucharse en el lugar.
Con las manos intento apartarle de mí, le tiro del pelo, le clavo las uñas, le doy puñetazos. Sin embargo, la única forma que él tiene para que me esté quieta, es infringiendo más daño sobre mi cuerpo. Él no se inmuta ante mis intentos de infringirle dolor y lo único que consigo es que él me haga el doble de daño. Es por eso que siempre acabo cediendo, dejando de luchar en una pelea que sé que no voy a ganar.
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Luna de miel
RomanceWendy lucha para salir de una relación tóxica con ayuda de sus seres queridos y de un chico muy borde que se encuentra cada día en el ascensor. * Wendy Martínez está atada a una relación que no tiene rumbo, que no llegará a ningún puerto y que está...