🌻 Capítulo 53

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Una negligencia médica es lo que le ha causado el sangrado post-operatorio. La jefa de cirugía junto con sus dos residentes nos explica a la familia de Daniel, Amanda y a mí que al cortar la hemorragia con la que llegó a urgencias y cerrar la herida, han tocado algún que otro vaso sanguíneo sin querer hasta romperlo y provocarle una nueva hemorragia que casi le cuesta la vida de no ser porque actuamos enseguida. Ahora mismo él se encuentra en el área post-operatoria y no puede recibir visitas por el momento. Nos dicen que Daniel se encuentra estable, pero dormido y recibiendo una transfusión de sangre por toda la que ha perdido. También nos comentan que no está fuera de peligro, pues ahora los riesgos son mayores y temen que pueda sufrir una infección. Luego de asegurarnos que harán lo posible para que todo vaya bien, se han disculpado y despedido de nosotros antes de darse media vuelta y marcharse.

Nos quedamos a solas en el pasillo, de brazos cruzados, con los ánimos por los suelos y sin decir ni una sola palabra. Aurora y Fernando están abrazados el uno al otro mirando un punto fijo en el suelo, Lucas está perdido en el interior de su cabeza, Amanda se mordisquea las uñas como acto nervioso y yo aún no puedo dejar de pensar en ese "te quiero" que me ha soltado como si, de alguna forma, supiera que no va a salir adelante.

—Voy a ir a por un café —susurra Amanda—. ¿Queréis uno?

Nos echa un vistazo a todos para recopilar esa información; todos negamos con la cabeza a excepción de la madre de los hermanos Armendáriz, que levanta la mano y sonríe levemente a la muchacha para agradecerle tal gesto. Ella asiente y se encamina hacia el corredor contiguo para coger esos cafés de la máquina mientras que esperamos a que vuelvan con noticias, buenas o malas, o que sea la hora de poder entrar a verle.

—Hay que sacar a Sully a pasear —comenta el padre—. Nos hemos venido tan corriendo que nos hemos olvidado de él.

—Voy yo —dice Lucas—. Wendy, tú tenías que recoger algo de casa, ¿no?

Asiento con la cabeza.

—Vente conmigo y lo buscas. Así te despejas un poco.

—Prefiero quedarme hasta que podamos verle —contesto en un hilo de voz apenas audible.

—Ve con él, tranquila —habla Aurora—. Cualquier cosa os llamaremos.

Miro al rubio musculado, quien con una tierna sonrisa me ofrece su brazo para que me agarre de él cual abuelita. Después de unos segundos de debate conmigo misma accedo a irme con Lucas a casa y poder coger aquello que Daniel me ha escrito y que quiere que leamos juntos, así que paso mi mano por su bíceps y ambos ponemos rumbo hacia el ascensor. Justo cuando cruzamos la esquina, la voz de Amanda nos frena.

—Wendy, espera un momento.

Nos paramos y ella se acerca con un café en cada mano.

—Yo no pinto nada ya aquí, no voy a poder arreglar nada. Lo tengo claro —explica—. Él va a salir de ese quirófano contigo en la cabeza, así que cuídale, ¿eh? No la cagues como yo, se merece algo bonito. Tú eres bonita, y no me refiero solo al físico.

—Gracias... —agradezco algo confundida.

—Es que, anoche pudiste haberme echado, ¿sabes? Te estuve tocando bastante los ovarios —admite—. Pero no lo hiciste, y eso ya dice mucho de ti.

Como las veces anteriores, no sé qué decir. Por eso miro a mi acompañante para buscar ayuda, pero él tiene las cejas subidas y parece estar en mi misma situación.

—Bueno, yo me voy a tener que ir no muy tarde —cambia de tema—. ¿Me avisas si hay cualquier novedad?

—Sí, no te preocupes —responde Lucas.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora