Capítulo Seis

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[La Expo]

—Habrá una exposición —Sakura levantó la mirada al escuchar a su profesor interrumpir la clase con esa información—. Es un evento en el que participan los alumnos graduados de nuestra universidad. Es totalmente gratuita y es para reforzar sus conocimientos. Es abierta al público, y a ustedes les permite conocer a sus senpai. Así mismo, les ayuda a hacer relación con personas que ya están laborando, quienes pueden contarles su experiencia.

Fuera como fuere, esa era una oportunidad. Sakura Haruno lo supo de inmediato, a la edad de dieciocho años, en su primer año universitario. Esa fue, precisamente, la razón por la que ella no dudó en asistir al evento. Invitó a sus padres, como era costumbre, e invitó a otras personas, para apoyar al evento. Al llegar al centro de exposiciones, se encontró en un salón enorme, repleto de stands acomodados según sus tipos de servicios. Uno podría ir al área psicológica, general, naturista, entre otra infinidad de especialidades. Cada sector tenía un espacio cubierto al público, que fungía como área de revisión privada, donde no serían observados por terceros mientras sus cuerpos eran analizados por uno de los médicos. Sin embargo, las áreas tenían una modalidad de turnos de consulta, en la que podrías ser revisado de forma gratuita por uno de los médicos recién graduados y, también, discutir un poco sobre medicina en el proceso. Por supuesto, para Sakura esa era una oportunidad única, pues no podría quitarle cuarenta minutos de su tiempo a otro médico recién graduado en otras circunstancias, así que pidió su boleto y esperó pacientemente a ser llamada por uno de los pequeños consultorios de la expo. Quince minutos después, una de las organizadoras se acercó para llevarla frente a una mesa, donde un formulario la estaba esperando. La invitaron a sentarse y, antes de dos minutos, él apareció.

—Señorita Haruno —los ojos de Sakura alzaron la mirada para encontrarse con el hombre que llevaba una bata blanca—. Mucho gusto. Soy el doctor Yakushi. ¿Por qué no me cuenta cómo se encuentra?


Capítulo Seis: Predilección


[Presentación de Currículum]

El cabello de Sakura se adornaba con un listón negro, mientras que vestía una blusa blanca de botones, de mangas largas, con una falda que cubría casi hasta sus rodillas. Se había puesto medias, pero usaba zapatos formales de piso. Había estado prácticamente corriendo por toda la facultad ese día, así que no podía darse el lujo de usar tacones. Sin embargo, cuando llegó, pensó que habría sido algún tipo de error, pues las chicas que veía llevaban zapatillas, a diferencia de ella. Se veían hermosas y frescas, decididas a obtener un puesto para comenzar con sus pasantías. Todas ellas eran, como mínimo, dos años mayores que Sakura. Mientras tanto, Sakura destacaba por parecer demasiado joven e inexperta en aquello, así que le fue inevitable sentirse un poco intimidada mientras caminaba algo retraída entre las personas reunidas, con su maletín negro al hombro y su altura menor a sus "iguales". Esas personas se veían profesionales, demostraban que querían llevarse el envidiado sitio de asistente para laboratorio. Sin embargo, el más deseado de todos aquellos era el de un médico recién graduado, que había comenzado ya su internado en cirugía.

Sakura había logrado—a diferencia de muchos de ellos— saber con claridad cuál era el laboratorio en el que se encontraría. Por lo tanto y, abusando un poco de su información—lo que escuchó de su padre—, se escabulló en el edificio de investigación de la facultad de medicina y subió al ascensor con el objetivo de encontrar aquél laboratorio. Ella sabía que el proyecto no le pertenecía al médico, sino a uno de sus superiores, un aclamado científico médico que se había graduado de esta universidad, difícil de tratar, que quería un nuevo laboratorio y escogió a su único estudiante para llevar el control de éste. Así, salió del ascensor y se aseguró de que nadie notara que ella sabía cómo llegar, para ir entre los pasillos hasta la puerta enumerada del laboratorio, donde se detuvo para dar un profundo suspiro. Se acomodó la ropa y el cabello, tomó su maletín con sus dos manos de forma más seria y, entonces, golpeó la puerta con sus nudillos. Escuchó una respuesta y se mantuvo firme, hasta que abrieron la puerta justo frente a sus ojos y, para su sorpresa, se encontró con un rostro conocido. ¡Pero qué suerte la suya!

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