Capítulo Veinticuatro

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Algo estaba mal. Lo supo desde el principio, y no podía quitarse esa horrible sensación. La mujer de su vida estaba en la casa de sus padres, conviviendo con su familia mientras tomaba un té. Ella se había duchado antes, se había vestido con un pijama arropador, para así unirse a las dos madres que estaban en la casa. Él había alcanzado a ver a los niños dormidos sobre su regazo mientras su madre y Rin servían el té, justo antes de irse a tomar un baño. Pudo vislumbrar el brillo metálico del collar de Sakura, para desaparecer antes de que ella notara cómo la miraba. Ahora, mientras estaba en el baño repleto de vapor, era consciente de que eso no estaba bien. Se había empujado la cabellera negra hacia atrás con su mano izquierda, mojándola con el agua caliente, y al final regresó su palma a cubrir su rostro. La separó con cuidado, dándose cuenta de que se había acostumbrado a tenerla de vuelta, a pesar de que al principio le generara incomodidad. Mientras tanto, su ojo no estaba molestándolo desde hace semanas. Desde que ella había accedido a trabajar con él, ¿cierto? Sakura estaba dándole paz, aun cuando se encontraban en una tormenta.

De repente, su rostro estuvo en su mente, mientras ella cerraba sus ojos con delicadeza y se preparaba para recibir su cariño. Sus labios pintados, humectados, listos para ser besados por él, mientras se levantaba un poco a su servicio. Si el rostro de Sasuke ya gozaba de color a causa del calor de la habitación, entonces ahora parecía que podría explotar mientras recordara la forma en la que la había besado la noche anterior, cómo se habían sostenido el uno al otro y... tuvo que detenerse al golpear sus mejillas con sus propias manos, pues a los hombres las memorias pasionales les ocasionan nuevas, algo de lo que no deseaba ser víctima mientras la tuviera al alcance de sus manos, pero prohibida. En lugar de eso, se apresuró para salir del baño caliente, y se secó el cuerpo para ponerse su pijama lo más pronto que pudo. Luego, enfrentó el frío de la noche que empezaba, así que anduvo pronto en camino de las escaleras. Sin embargo, la voz de Rin llamándolo lo detuvo, haciéndolo volver y asomarse a la sala de estar, donde ellas tres seguían tomando el té mientras los niños ahora estaban sobre el regazo de su propia madre.

—¿Vas a dormir? Es temprano aun —admiró la castaña.

—Anoche no tuve oportunidad de dormir mucho —explicó él—. La fiesta terminó tarde y tuve que compartir la habitación con un par de idiotas.

—Cuida tu vocabulario frente a los niños, no importa que duerman —pidió Sakura.

—Acompáñanos un momento —dijo, entonces, Mikoto. Su madre le sonrió y palpó a un costado suyo, para insistir en que sentara junto a ella.

—Sí, únete —insistió Rin, así que no se resistió, y las acompañó.

—Sakura nos decía que nuestro postre fue un éxito esta mañana —comentó Mikoto, entusiasmada por escuchar su opinión.

—A todos les gustó —aseguró él, mientras tomaba su toalla y se tallaba la nuca.

—Oh, ¿no te secaste el cabello antes de salir del baño? —replicó la pelirrosa—. Otra vez... te dije que te vas a enfermar.

—Sasuke nunca hace caso —bufó la pelinegra, para extender sus manos hasta quitarle la toalla, comenzando a tallarle la cabellera—. Por más acostumbrado que estés a este clima, no debes descuidar tu cuerpo así, cariño.

—Madre, no tienes que hacer eso...

—Apoyo a tu madre —espetó la pelirrosa—. Yo misma lo haría, también. Nadie quiere verte enfermo, así que cuídate.

—Lo entendí, lo entendí.

—Oh —en medio de su curiosidad, Mikoto se detuvo, dejando la toalla en su cabeza—. ¿Qué es eso, Sasuke? No lo había visto —comentó, mientras tomaba el collar y lo seguía hasta la placa metálica, sacándolo de debajo de su camisa—. ¿Es nuevo?

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