Capítulo Cincuenta: Eternamente

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[La Princesa & La Muerte: Pt. 1]

—Esto es raro —una voz femenina hizo eco, en medio del silencio, para los oídos de una princesa que yacía dormida, flotante en misteriosa agua que no mojaba. Aquellas palabras parecieron demasiado ruidosas para la mujer, así que separó sus párpados y ahí estaba: justo sobre su rostro le observaban sus propios ojos.

—¡Demonio! —gritó Sakuya antes de saltar hacia atrás en la profundidad de un agua oscura donde era posible respirar. La situación le resultó tan confusa que miró hacia su alrededor, dándose cuenta de que su cabello flotaba, pero ella no se sumergía ni se ahogaba en la densidad de esa sustancia. De repente sintió que caía en la dirección de sus pies, y salió del agua tan solo para volver a sentirla en sus plantas. No fue hasta ese momento que se percató de que estaba vestida con un yukata completamente negro, lo que parecía extraño, sin mencionar que no estaba mojada.

—En realidad, solo soy una representación de la muerte —una vez más, su réplica estaba de pie frente a la princesa, quien dio un respingo al sentir que recién había aparecido—. "Tu" muerte, para ser exactos. Es por eso que yo me presento en tu mismo aspecto, con el cuerpo desnudo, frente a ti. Esta es la única forma en que refleje cómo es que moriste.

—¿Mi muerte? —repitió, confundida, la chica. Fue entonces que sus ojos se abrieron de par en par al percatarse—. ¡Indra! ¿Dónde está Indra? —cuestionó, yéndose encima de aquella figura, para tomarla por los hombros—. ¿Indra está bien? ¿Él logró sobrevivir?

—¿Sobrevivir? —repitió la muerte—. Tú lo salvaste, ¿no recuerdas? —inmediatamente después de decir eso, la piel del clon comenzó a abrirse en su pecho, justo donde estaba su seno derecho, por lo que comenzó a sangrar—. Fue un tiro espléndido: atravesó las telas de un espeso kimono, se metió por la espalda entre dos costillas y perforó el corazón antes de chocar con una costilla al frente, también rasgó un pulmón y la punta se asomó al atravesar tu pecho —explicó, sintiendo la forma en que ella la soltaba—. Me sorprende bastante que hablaras con eso cruzando por tu cuerpo.

—Y-yo... la punta, ¿me atravesó? Entonces... Indra...

—Él no recibió ni un rasguño, en realidad —contestó, mientras la sangre continuaba brotando de la herida—. Cumplió con tu caprichito antes de que vinieras acá. Sin embargo, apareciste aquí, de todos los lugares... es decir, existe un limbo, pero esto es otra cosa.

—¿El limbo? —repitió, confundida—. ¿Estoy en el limbo?

—Por alguna razón tienes demasiada energía vital para el mundo de los muertos, eso suele suceder porque no asimilaste tu muerte —suspiró—. Es por eso que estoy aquí, Sakuya-hime: debo mostrarte, con tu propio cuerpo, que ya no perteneces a ese mundo.

—¿Qué pasó después de que morí?

—Tú de verdad eres obstinada —aquejó, La Muerte—. Está bien, te lo diré: Indra enloqueció, cobró venganza por tu muerte y después te dio un funeral bastante poético... hermoso, cursi y doloroso, todo al mismo tiempo, pero supongo que se lo buscaron al hablar tanto de eso. Ahora tendrá que hacer su vida, aunque no sé qué tan bien vaya a estar después de eso —dijo con demasiada ligereza y un poco de cinismo—. Como sea, no hay algo que tú puedas hacer al respecto.

—Pero se lo prometí —replicó, frunciendo un poco el entrecejo—. Le dije a Indra que, si él me besaba, entonces volvería siempre con un beso...

—Eso no es posible.

—¡Pero yo se lo prometí!

—A nadie le importa eso, princesa. Lo que realmente interesa es el motivo por el que llegaste a este punto y por el que yo vine aquí —dijo con frialdad, para entonces extender su mano abierta hacia Sakuya—. Hay algo que me pertenece y debes dármelo, inmediatamente.

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