Capítulo Veintisiete

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—Al fin —Sakura Uchiha, con un tono de voz un poco desesperado a causa del cansancio, se tiró en la cama matrimonial que compartía con Sasuke Uchiha, para abrazar su almohada y cerrar los ojos, respirando sobre ésta.

—¿Se quedó dormida? —preguntó, el pelinegro. Había estado esperándola en la cama, con un libro en su mano. Sakura asintió, y luego abrió sus ojos: él vestía una camisa sin mangas, lo que dejaba su muñón al descubierto, algo a lo que no parecía tomarle demasiada importancia. Sin embargo, la mano de su mujer le sorprendió.

—¿Sientes algo? —sus ojos verdes, brillantes por la curiosidad, captaron la atención del pelinegro, que encontraron un poco adorable el gesto de Sakura.

—Gracias a tus terapias, la cicatrización no me ha quitado tanta sensibilidad como me advirtió la quinta —retiró su pulgar de entre las hojas, y luego cerró el libro con sus dedos, para apartarlo en la mesa de cama—. ¿No estás muy cansada para seguir con eso?

—Puedo hacerlo en esta posición —sonrió, antes de que la mano de la pelirrosa se colmara del brillo verde del chakra médico—. Quiero que recuperes tanta sensibilidad como sea posible.

—Aunque eres insistente, no creo que vaya a aceptar la prótesis que hizo la quinta.

—Está bien —contestó ella, cerrando un poco sus ojos—. Quiero que tengas siempre la opción de hacerlo, en caso de que sea necesario.

—Sakura...

—Ya terminé —aseguró, bajando su mano y emitiendo un suspiro, para volver a abrazar la almohada sobre la que estaba—. Es solo un pequeño capricho, querido. Lamento ser tan molesta...

—Duerme —ella sonrió, cansada, y asintió con su cabeza—. Yo me encargaré si Sarada se despierta.

—Eres demasiado bueno...

—Estás hecha polvo —admiró él, moviéndose un poco, aunque apenas lo suficiente para que su mano alcanzara a acomodar su cabello—. Descansa —aunque, él sabía, Sakura ya no estaba escuchándolo.

Ella se había quedado dormida, sin remedio. Quizá solo por eso se había dado el tiempo para el mimo que le brindó, o para el beso que siguió, justo en su frente. Se levantó con paciencia, le cubrió con una frazada, y luego fue a ver a su hija, que continuaba descansando apacible, en su cuna. Ella tenía sus dos manitas a los costados de su cabeza, con el rostro hacia la mano derecha, y su cuerpo se inflaba y desinflaba a causa de la respiración, algo que podía escuchar con mucha claridad, sin necesidad de acercarse. No se atrevió a tocarla, pues si terminaba despertándola, todo el esfuerzo de Sakura por hacerla dormir se iría al traste. Así que fue una sombra en la habitación, a mitad de la noche, velando por el sueño de las dos cosas que más quería en ese mundo.


Capítulo Veintisiete: Plegaria


Cuando a su madre le faltó algo para preparar la cena, Sasuke salió en la búsqueda de los ingredientes, pues Itachi no estaba en casa—había ido con Izumi, para saludar a sus padres— y, estaba seguro, Obito solo pondría peor las circunstancias. De esa forma, cuando llegó, no dudó en ir directamente hacia la cocina, para entregarle a su madre todo aquello que le había hecho falta, algo que le llevó a encontrarse con su destino: Sakura Haruno, de pie, bebía té mientras tenía una charla amena con su madre. Mikoto parecía haber olvidado lo suscitado la tarde anterior, y sus dudas completamente disipadas gracias a la presencia de su agradable visita, mientras que él se sorprendía al descubrir a su padre, también tomando el té, y escuchando su charla. Fue Fugaku quien lo vio, haciéndole un gesto con la mano que sostenía el té, de forma casi imperceptible, lo que él comprendió como una señal. Así, dejó las cosas a un lado de su madre, saludó a Sakura de forma superficial, le besó la mejilla a Mikoto, y salió de la habitación detrás de su padre. La madre Uchiha sabía que ese comportamiento no era cosa de todos los días, y que significaba algo muy importante, pero disimuló muy bien su emoción, para que la atención de Sakura se quedara junto a ella, aunque ambas sintieron algo extraño al ver la poca atención que Sasuke le prestaba.

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