Capítulo Cuarentaiocho

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No tenía idea de cómo había terminado así, otra vez. Sin embargo, era un hecho irrefutable que estaba en el mejor lugar del mundo. Él despertó debido a la luz que se había filtrado por la ventana, y aquello desencadenó un efecto dominó mientras se movía para evitar aquella molestia, pero no lo logró a tiempo. El sueño se le espantó, poco a poco, así que se volvió sobre su espalda para ver el techo de la habitación, aunque estaba todavía más dormido que despierto. Las ramas que había montado con ayuda de algunos artistas se mantenían con firmeza, lo que resultaba una sorpresa y evidencia de que ellos eran realmente buenos. Como fuera, él apenas las miró unos momentos antes de suspirar. Las sábanas color rosa pálido de Sakura cubrían hasta la mitad de su torso ejercitado, y pensó que quizá debía levantarse para cepillarse los dientes antes de que ella despertara, pero descubrió que no tenía caso. Al mirar hacia su izquierda encontró lo que mantenía acalambrado su brazo: la espalda blanca y desnuda en la que él básicamente había dormido mientras la abrazaba por la cintura durante la noche. En realidad, en algún punto, mientras los dos descansaban, él había encontrado que el olor de su piel era irresistible y se le había pegado en un abrazo, mientras ella permanecía enredada entre las telas suaves de la ropa de cama, con su cabellera alborotada sobre la almohada y sus hombros, abrazando un cojín en la ausencia del pelinegro, con una pierna extendida debajo del manto claro y otra flexionada de tal forma en que su pantorrilla estaba a la vista. Se preguntó si podría liberarse de semejante trampa, así que se acercó a ella con cuidado, asomándose a verle el rostro, pero apenas alcanzaba a definir sus bonitos labios rosados que se separaban en lo que parecía un tierno puchero, y la naricita que respiraba apaciblemente en su sueño. Oh, no quería despertarla y, con esa idea asumida, se apoyó un poco en ella, para continuar admirando aquel perfil pacífico. Ella no se movía, además de la respiración, lo que parecía un poco injusto. Así que, con mucho cuidado, él intentó escaparse, pero el simple esfuerzo hizo que ella se quejara a mitad de su descanso y, por ende, él se detuvo. Sakura solo estiró un poco más su pierna flexionada, pero se volvió a acomodar, y aquello lo hizo permanecer prisionero por varios minutos, así que se rindió sobre su espalda.

El tiempo pasó tan lento que se impacientó, pero no podía ser malo con ella. O eso fue lo que pensó los primeros trece minutos, justo antes de que sus ojos vislumbraran lo que parecía ser una marca de amor justo sobre su columna. De repente, recordó que la noche anterior había sido, en efecto, un poco cruel. No la dejó dormir hasta algo tarde, y su boca se hizo de una posesiva obsesión que fue marcando ligeramente la piel blanca de la pelirrosa, dándole más motivos ahora para dejarla dormir. Si tan solo no fuera un sádico que se emociona al ver los resultados de sus propios actos, entonces ella habría continuado imperturbable, pero los chupetones ya amenazaban con desvanecerse porque él no había sido demasiado insistente, así que hizo lo que ahora juzgó necesario: se inclinó y succionó sobre las marcas de la noche anterior. Entonces, ella no supo decidir si se trató de la sensación, del sonido obsceno que la boca de Sasuke hacía al chupar su piel, o de la fantasía sexual que se montó entre sus sueños, pero sus ojos verdes se abrieron lentamente y, poco a poco, cada una de esas cosas encajaron para recordarle lo que había sucedido horas atrás, llevándola también a comprender lo que su acompañante estaba haciéndole ahora. De tal forma, ella se retorció con un escalofrío, moviéndose sobre su pecho y dejando en libertad el brazo del Uchiha. ¿Había sido ese su plan desde el principio? No lo sabía, pero se las arregló para escapar de esos labios impíos, apretando ahora el cojín contra su pecho desnudo mientras se giraba, enredándose más en las sábanas y pudiendo verle de frente con un sonrojo que surcaba su cara matutina, de oreja a oreja. Era demasiado temprano para que un hombre la estuviera intentando perturbar en cuerpo y alma.

—Buenos días —sin embargo, él lo sabía. Sasuke era perfectamente consciente de que despertaba con un aspecto de dios griego, así que le regalaba sonrisas atractivas y seductoras, no importando que la estaba molestando un momento antes. También se inclinaba, le besaba la frente con ternura y la recorría con su mirada.

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