Capítulo Cuarentainueve

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Oh, qué bueno era poder descansar. Sentía un ambiente fresco a su alrededor, tranquilo. Había una esencia familiar en el aire y cierta paz que hace mucho tiempo no sentía. Era el tipo de cosas por las que uno se sentía agradecido, mientras dormía tranquilamente sobre un mullido cómodo, tan suave como hace muchísimo tiempo no tocaba, el tipo que provocaba a estirarse a sus anchas hasta que... Oops. Un sonido sordo, el dolor de un golpe sobre su costado derecho y el frío del suelo hicieron que él se quejara. Apretó su gesto soñoliento, para entonces abrir los ojos y mirar directamente el suelo de madera, las patas de la mesa de sala y el mueblecito frente al sofá. Estaba aletargado, no estaba seguro de qué era lo que había pasado, pero escuchó claramente cómo algunos utensilios metálicos caían en la habitación de al lado: la cocina. Después, unos pasos apresurados corrieron en su dirección, así que él hizo el esfuerzo de girarse sobre su pecho para utilizar la mano derecha y levantarse, al menos hasta sentarse. Había caído de lleno sobre su hombro, así que lo movió en su sitio con incomodad.

—¡¿Cariño?! —cuando ella lo encontró, Sasuke estaba sentado en el suelo—. ¿Qué pasó? ¿Te duele el brazo? —preguntó, inclinándose hacia él para verlo mejor hasta ponerse de rodillas a su lado, asomándose—. Deja que te revise...

—Está bien, Sakura —respondió el pelinegro, para después verla de regreso. Ella tenía un aspecto adorable cuando usaba un mandil, tan hogareño. No acostumbraba verla muy seguido, así que siempre se llevaba una pequeña sorpresa al prestarle atención—. Por un momento olvidé que me había quedado dormido en el sofá.

—Eso no es propio de ti, querido —admiró, un poco sorprendida—. ¿No estarás enfermo? Como la otra vez —los recuerdos de dos días terribles lo obligaron a mostrar su mejor expresión.

—Para nada —afirmó, tan rápido como su boca pudo—. Es tan simple como que no había estado en mi hogar en mucho tiempo. Me sentí demasiado cómodo, así que todo está bien. No tengo síntomas, excepto por un golpe con mi propio peso —aseguró, para volver a mirarla—. Me pude levantar con el mismo brazo sobre el que caí, así que estoy bien.

—Tienes razón —así, una encantadora sonrisa se mostró en sus labios—. Un golpe como ese no puede hacerle nada a mi esposo, ¿cierto? —tras decir aquello, ella se inclinó rápidamente, hasta depositar un beso tierno en su mejilla—. Volveré a la cocina. Vuelve a dormir, querido.

—Ya estoy bien —contestó, mientras se ponía de pie—. Como sea, solo comeré contigo y volveré a la oficina del Hokage antes de irme.

—¿Te vas tan pronto? —preguntó, tras detenerse, mientras sus labios hacían un pequeño morrito infantil—. Llegaste anoche... Sarada no tendrá oportunidad de verte —murmuró, como una pequeña entristecida—. Estará triste cuando vuelva de su misión.

—Sarada no vuelve hasta mañana, no puedo esperarla —explicó, antes de girarse hacia ella, acercándose antes de darle un golpecito en la frente, con sus dedos índice y medio, lo que parecía ser una forma de activar un sonrojo instantáneo—. Ella entenderá, eres tú quien realmente suele encapricharse por mi ausencia.

—Últimamente vuelves con frecuencia, pero no es lo mismo a vivir con nosotras —aquejó, antes de llevarse la mano a la frente—. Aunque... vas a comer a solas conmigo, entonces, ¿es una cita?

—¿Una cita? —levantó una ceja, escéptico. Sin embargo, ella tenía una sonrisa tan grande y tan alegre que no podía simplemente deshacerse de sus esperanzas. Por lo tanto, Sasuke se limitó a suspirar antes de asentir, agitando su mano en el aire—. Así es, así es. Tendremos una cita, solo tú y yo, Sakura.

¡Shaaaa! —exclamó ella, emocionada, para volverse al interior de la cocina. Incluso si él no estaba dispuesto a admitirlo, era algo encantador de ver. No le importaba que Sakura fuera una niña, de vez en cuando, tratándose de ambos.

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