Capítulo Cuarentaiuno

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El jardín botánico Jindaiji solía cerrar sus puertas al público a las 4:00 p.m. en punto. Sin embargo, gracias a las influencias de Itachi y Fugaku Uchiha, él consiguió que les permitieran entrar después de las cinco de la tarde. Así, la mano de Sasuke—que se ofreció de apoyo para Sakura al bajar del auto— estaba sosteniendo la de la pelirrosa mientras iban adentro. Ella, de forma inevitable, tenía un bonito rubor cubriendo sus mejillas al ser guiada de tan íntima forma en público. Ambos entraron rápidamente bajando las escaleras en dirección al estanque al centro, pasando de largo de él hacia la izquierda. Sakura miró de reojo apenas unos arbustos verdes que estaban alrededor de la fuente que ya estaba apagada, para entonces darse cuenta hacia dónde estaba siendo llevada por el pelinegro: sobre su cabeza había vigas de madera que sostenían a las glicinias que colgaban en su abundancia color lila, pero el color marrón de la estructura se perdía entre la claridad extrema de su follaje. Ella ni siquiera se dio cuenta de que la mano del pelinegro la había soltado, pues se quedó fascinada mirando hacia arriba, para alzar las manos en un intento de tocar las flores que descansaban en racimos. Era tan inconsciente de su alrededor que sonrió, ajena a lo que Sasuke y el encargado hacían, pues le parecía que había una lluvia lavanda que se había quedado estática a mitad del camino hacia el suelo, suspendida como en un sueño. Lo encontró extremadamente hermoso y casi gracioso, así que no podía dejar de buscar con sus ojos verdes, levantando el rostro, pues quería ver en dónde la madera sobresalía y resultaba una vista más encantadora que el simple aspecto de las glicinias. Mientras tanto, su bonita expresión estaba siendo capturada por el teléfono de Sasuke, aunque a ella le tomó un rato darse cuenta de aquello.

—¿Estás tomando fotos? —preguntó, un poco exaltada—. Sasuke, ¿por qué haces eso sin decirme?

—Intento hacerme una idea de lo que Indra veía en ese entonces —ella parpadeó, sorprendida por sus palabras—. Ven, vamos a hacer nuestro poema —invitó, para tenderle de nuevo su mano y, aunque ella dudó por un momento, al final aceptó.


Capítulo Cuarentaiuno: El amor es la causa de las pasiones más destructivas


Mientras Sakura acompañaba a Sasuke en su viaje, un tiempo antes de que su matrimonio fuera un hecho, ellos encontraron una aldea increíble. Todas las personas ahí trabajaban con esmero para lograr avanzar, lo que hacía creer que había trabajo para ellos, pero les faltaban recursos y un par de apoyos médicos. Sakura se volvió ideal para los días que ellos pasaron por ahí, así que aprovechó para enseñar lo básico a un grupo de personas, mientras Sasuke iba por la ciudad arreglando pequeños líos y facilitando algunas tareas por medio del ninjutsu. Ellos tuvieron que quedarse por ese pueblo durante un par de semanas en las que casi no se vieron, pues el tiempo que había para descansar, ella lo invertía en preparar información o materiales para la próxima clase y, por primera vez en la vida, Sasuke descubrió que odiaba que Sakura no tuviera tiempo para él, aunque era lo suficientemente maduro para no hacer una escena por eso. Ella estaba haciendo este esfuerzo con tal de estar a su lado, ¿cierto? Además, Sakura era una buena mujer que no podía dejar a un pueblo sin médico y desamparado, por lo que él la entendía. El mismo Sasuke hizo todo lo que estaba en su poder para ayudarla, aunque no tenía muchos conocimientos médicos a diferencia de ella y, al final, el trabajo más importante e intenso fue hecho por Sakura. Cuando pareció haber terminado de enseñar lo básico, tuvieron que quedarse otro día para que ella descansara.

El día que ellos partieron, tuvieron que atravesar todo el pueblo para salir por el camino contrario al que habían tomado para llegar. De tal forma, Sakura descubrió que Sasuke se había tomado la molestia de conocer a todos, quienes le saludaron y él correspondió siempre, aunque con su típica frialdad. Obtuvieron unos cuantos obsequios en el camino, pero ella especialmente pudo notar las mejoras que había en algunas estructuras y cómo todos parecían andar con más facilidad por aquí y por allá. Era como entrar a un lugar distinto al que llegaron, pero no se había percatado por pasar demasiado tiempo encerrada como maestra. Así, cuando finalmente dejaron la zona y atravesaron un pequeño bosque por un sendero, Sakura descubrió que detrás de aquellos árboles frondosos había un campo de flores glorioso de diversos colores. Resultaba que, como ella había notado al llegar, las flores eran el principal atractivo en todos los hogares y establecimientos de aquella aldea, pues tenían a un lado semejante cosa. Su expresión había cambiado en un instante, algo que hasta la indiferencia de Sasuke no pudo pasar por alto, y sus pies se apresuraron para encontrar el borde del camino, donde podía tocar las flores y curiosear. Aquello hizo que el pelinegro se detuviera, mirándola como si su reacción estuviera de más.

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