Capítulo Diez

1.8K 156 94
                                    

No lo había escuchado. No le había prestado atención. Sakura le había ofrecido su último momento, con lágrimas en los ojos y una sonrisa dulce, antes de desaparecer por completo de su mundo, con su mirada sobre la de su esposo. Ella no sabía lo que él estaba haciendo, y no lo descubriría hasta mucho tiempo después. Mientras tanto, se había separado de su cuerpo, que yacía sobre el brazo del pelinegro y él se encogía al frente para admirarla. En esos momentos, Sasuke Uchiha no tuvo sentimientos de culpa. Simplemente se quedó observando la belleza que ella poseía, aun cuando no tenía vida. Sakura era una muñeca, con el aspecto de quien está durmiendo. Él recordaba a la perfección la forma en la que ella soñaba, recostada junto a él, en uno de sus campamentos. Tenía esa misma expresión apacible, donde parecía que nada ni nadie podría interrumpir su sueño, y él podría quedarse horas mirándola para asegurarse de que ese descanso suyo sería protegido, de que jamás interrumpieran su momento con Morfeo. Estaba perdidamente enamorado de esa expresión, pero lo calló durante todo el tiempo en el que estuvieron juntos. De vez en cuando la molestaba, presionaba su mejilla o le tocaba la frente, así como le acomodaba el cabello que estorbaba a su perfecto cuadro de princesa, hasta que no se resistía y le besaba la frente, con cautela de que ella no lo descubriera, pues apenas comenzaban su viaje juntos. Cuando estuvieron casados, ya no le importó que ella despertara a causa de ese mimo, pues resultaba adorable su gesto avergonzado. Por algún tiempo, a Sasuke le parecía que tarde o temprano eso sucedería, pero no se atrevió a molestarla en ningún sentido, sino que se mantuvo de esa forma: la miró sin moverla un ápice, aunque su brazo se acalambrara. Tuvieron que pasar alrededor de cuarenta minutos para que él reaccionara de su embelesamiento.

—¡Perdón por la demora! —la voz de Sarada, entrando a la habitación, fue el indicador de que estaba perdiendo el tiempo al esperar una señal de vida—. Se tardaron un poco con el anko, cuando les dije que era para mamá se pusieron a hacerlo de cero —explicó ella, muy animada.

—Sarada —sin embargo, fue Boruto quien se percató de que algo no estaba bien. Sasuke parecía perdido en aquella vista, por lo que la chica guardó silencio, esperando a asimilarlo.

—¿Papá? —se aventuró, con duda—. ¿Mamá se quedó dormida? No parecía tan cansada...

—Sarada —el rubio insistió. Él sabía que todos comprendían lo que había sucedido, pero eso no detuvo a la pelinegra de dirigirle una mirada mortal, mientras depositaba los paquetes en una mesa.

—Papá, ¿qué pa...? —sin embargo, ella tuvo que tragarse sus palabras.

En ese momento, cuando estaba a punto de preguntarle a su padre qué era lo que pasaba, Sasuke se inclinó sobre el cuerpo de su mujer y la estrujó con su brazo para acercarla a su rostro. Ella, que conocía la cara oculta de ese matrimonio, jamás había admirado que su padre besara los labios de su madre, un evento que nunca había sucedido cuando él que sabía que tenían compañía, que estaban siendo intensamente observados por las personas en la habitación. La revelación para ella era que se trataba del último beso de amor que él estaría dispuesto a dar, aunque se tratara de unos labios fríos y sin vida, que perdían el color a cada segundo. Pero, por supuesto, eso no importaba para él.

—Sarada —aun así, ella no reaccionó hasta escuchar la voz de su padre, que apretaba a Sakura contra su pecho, con amor—, llama al médico. Ya ha pasado demasiado tiempo.


Capítulo Diez: Lógica Ágape


Cuando Sakura Haruno abrió los ojos fue para ver los brazos que la habían rodeado, el acto de un cuerpo a sus espaldas, mientras éste levantaba el rostro para asomar a ver la expresión de la pelirrosa intentando descansar. No sabía que iba a despertarla, pues esa no era su intención, y ella era consciente de que él solo quería admirarla por un momento. Sin embargo, no evitó decirse a sí misma en su mente, "el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones". En cualquier caso, no era algo que viniera a ella por el hecho de que su sueño fuera interrumpido por su novio, a quien miró de soslayo antes de volver a cerrar los ojos y emitir un gruñido de exasperación. Para Sakura, Kabuto era como un niño falto de amor, que la molestaba para exigir algo de atención. Ella conocía a la perfección a ese tipo de personas así que, a pesar de su queja, ella se giró hasta dejar su rostro contra el pecho del albino, quien la acogió por un momento, en un gesto afectivo. Ese tipo de cuadros era mucho más extraño que cualquier otro entre ellos, pues aquél nivel de intimidad usualmente los incomodaba, a ambos. Pero, en esos momentos, los dedos del albino recorrieron el hombro desnudo de Sakura, haciendo que se le pusiera la piel como de gallina. Ella se encogió un poco, pero no se apartó. Fue entonces que él inclinó el rostro hacia su oído, con sus cabellos largos cosquilleándola.

EternallyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora