El fuego suele hacer un sonido en particular que, mientras más lo miras, más claro se vuelve. Los chasquidos de la madera quemándose, el calor, la forma cambiante... Sasuke Uchiha se esforzaba por concentrar su atención en ese elemento, lumínico y calorífico—en el que resultaba experto—, para que su atención no se desviara al cuerpo que descansaba al otro lado del fuego. Sí, él había huido hasta que la fogata los separara, para que las ilusiones que el calor provocaba hicieran desaparecer del alcance de su mirada a la joven, pero nada de eso funcionaba al final. Pasar la mitad de la noche despierto, velando por el descanso y la protección de Sakura, resultaba aún más difícil de lo planeado, especialmente cuando seguía negando sus sentimientos por ella o, más bien, los ocultaba. No hacía tanto tiempo desde que ella se había unido a su viaje, y quedarse sentado a su lado, mientras ella tenía su respiración acompasada, resultaba una gran debilidad para el pelinegro, especialmente cuando se perdía en su expresión pacífica.
Sí, estaba enamorado de ella. Había descubierto un placer impío en el sonido de su respiración, tenía memorizado el ritmo con el que su cuerpo se inflaba al llenarse de oxígeno, y su mayor fetiche era el movimiento de sus labios cuando se entreabrían soltando un suspiro entre sueños. Era, Sakura, la ladrona de su atención, ¡y mientras dormía! Ella se volvía tan vulnerable, que no estaba seguro de si deseaba protegerla o ser él quien la atacara con su afecto—la época del chidori había terminado—. En realidad, aunque él no era consciente, se enfrentaba a un problema relacionado con la madurez: la atracción sexual se volvía cada vez más fuerte e inevitable. Y ahí estaba él, con un obstáculo de fuego tan fácil de atravesar—o rodear— que parecía absurdo que pensara que con aquello bastaría para contener sus deseos. El ruido de un ratón bastaba para que él estuviera inmediatamente a su lado, fingiendo que podía ser una amenaza, pero no se atrevía a despertarla porque, ¿qué caso tenía hacerlo si no se trataba de un peligro inminente confirmado? El más absurdo de sus pretextos, casi tanto como el del muérdago de esta vida. Así, estaba tan cerca que era inevitable mirarla y perderse en ese cuadro, asustado porque ella se movió un poco.
Sakura no despertó. Ella apenas se acurrucó mejor en su sitio, cubriéndose hasta los hombros con la frazada, tomando la forma de un ovillo. Había fruncido su entrecejo, tan solo para volver a relajar esa expresión, respirando pacíficamente. Él ya no pudo separarse de su lado, así que se sentó a un costado, para mirarla dormir. Esa sería una de las ocasiones en las que Sasuke no despertaría a Sakura para que tomara el segundo turno. Ese sería un placer que mantendría oculto del conocimiento de la pelirrosa, al menos hasta que se convirtiera en su esposa. Sasuke no se atrevería a tocarla, nunca, mientras dormía, excepto cuando compartían el lecho como marido y mujer, cuando sus pasiones se volvían egoístas y la despertaba para cumplir fantasías de matrimonios jóvenes. El recuerdo de aquellos años de ternura anónima hizo que Sasuke sonriera observando el descanso de Sakura, en una habitación rentada de una posada tradicional japonesa, un veintinueve de diciembre, incapaz de moverse en un esfuerzo de que la cama no la incomodara, en un esfuerzo de que ella no retirara la mano con la que lo había estado tocando hasta entonces. Le costó más trabajo dormirse por mirarla, como fuera en su memoria cuando el sol salió sin que él descansara, perdido en una patética admiración colmada de una dulzura que no reconocía.
Capítulo Treinta: El Calor de Nuestras Flores
Cuando Sasuke despertó, ella ya no estaba a su alcance. Él se había mantenido en la misma postura, así que su mano estaba en el mismo sitio en el que la había dejado cuando Sakura colocó la suya sobre la de él. Sin embargo, en ausencia de la pelirrosa, su ubicación en la cama hacía parecer que él evadía por completo el otro lado de la misma, como en los años que tuvo que vivir con Sarada, durmiendo en un lecho nupcial incompleto. Había escuchado a su hija murmurar con Ino lo preocupada que estaba, pues él parecía incómodo al dormir ahí, pero jamás abandonaba la cama que en algún momento compartió con Sakura. El duelo de Sasuke se desarrolló de forma inusual, siendo aquél último beso el único gesto de amor o dolor que cualquiera vería tras la muerte de su mujer, con un comportamiento muy normal, hasta el día de su suicidio. Así, con esos recuerdos, le pareció que estaba tan solo que le dolió respirar, hasta que se dio cuenta de que el sonido de la regadera lo había despertado. Sí. Sakura estaba bien. Ella se había levantado antes, se estaba dando una ducha. Aquello le tranquilizaba, lo liberaba de sus culpas.
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Eternally
FanficEstaba preparado, sabía que sucedería tarde o temprano y, a pesar de todo, no soportó perderla a ella. Así, Sasuke pudo conseguir lo único que pedía en su vida: volver a ver a Sakura. Sin embargo, nadie imaginaría lo que sucedería una vez sus vidas...