Cerré la puerta principal, esperando a que papá saliera de la cocina con un plato de sándwiches y unas galletas de avena. El doctor le recomendó dieta para que cuidara de su colon, ya que su cuerpo no es igual de sano que cuando era joven.
—Así que, ¿estoy en donde? ¿California, Nueva York o África? —preguntó burlón.
—Si sigues así, en unos años más estarás en un asilo, padre —respondí y él rió, sabiendo que nunca me atrevería a tal cosa.
—Anda, al menos ahí me cambiarán bien el pañal.
Una vez. ¡Sólo me he equivocado una vez, cambiando el pañal de Nicky! No es mi culpa que la parte delantera y la trasera se parezcan...
—Gracias por ayudarme —le agradecí algo avergonzado.
—Para eso estamos los padres —palmeó mi hombro— pero deberías dejar de ser un idiota y dejar que vea todo lo que haces por ella.
No. Conozco a Cristal y si le digo que estuve esperando una hora en el aeropuerto, a que su padre llegara, se incomodara. Quiero que nuestra relación sea normal, llegar finalmente a la etapa de amigos, si acaso.
—¿No fuiste tú el que llamó a mamá "sobras"? —chasqueó la lengua, negando con la cabeza.
—En mi defensa, esa mujer sabía sacar lo peor de mi —volteamos a ver hacia la escalera, donde mamá bajaba con su pijama rosa—. La diferencia es que mi relación con tu madre comenzó en un mal momento, exploté pero también pude darme cuenta de mi error antes de perderla por completo.
Mamá se cruzó de brazos cuando nos miró juntos, negó con la cabeza al ver el plato de papá.
—El pan blanco también está prohibido, Chase —le recordó a papá, sonriendo.
—¿También el tuyo, nena?
Muy bien, esa es la señal de mi huida.
Besé la mejilla de mi madre antes de subir las escaleras para dirigirme a la habitación de Alex. Queriendo ser un buen hermano mayor, entré sin tocar la puerta.
Me arrepiento.
—¡¿Qué mierdas haces, Gregg?! —gritó, cubriéndose con una sábana y cerrando la laptop con fuerza— ¿No sabes respetar?
—¿Por qué reaccionas así? Todos pasamos por ese momento de soltería y necesidad —me tiró una almohada, la cual esquivé.
—¡No estoy necesitado! —Arquee una ceja, logrando que se sonrojara— Déjame.
—Voy a admitir que es raro encontrar á tu hermano pequeño con la mano en la paleta —bufó, no pidiendo contenerme del tonto apodo que tía Lucy usaba cuando éramos pequeños. El problema es qué ahora todos nos hemos acostumbrado al apodo—, así que seré más como un amigo y te llevaré con una prostituta.
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Hamilton Playboy |Serie Hamilton| #2.7 (TERMINADA)
RomanceUna apuesta, llevándonos a sufrir las consecuencias de no medir las palabras estando enfurecidos, lastimándonos, terminando lo poco que habíamos conseguido. Para Gregg Hamilton, enamorarse era clavarse otra espina en el corazón. ¿Para mí? Enamorar...