Capítulo 13

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Comprobé la hora de mi reloj con la hora del reloj en la oficina

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Comprobé la hora de mi reloj con la hora del reloj en la oficina. Han pasado seis horas desde que salí del apartamento y no he recibido respuesta al mensaje que le mandé a Cristal. ¿Qué le pasa a esa chica? Es obvio que ya despertó, vi su última conexión cien veces.

Estoy desesperado por volver a casa y comprobar el estado de Demi, mamá me dijo que no me preocupara, pero ¿Cómo no me voy a preocupar? Mi hermana pequeña está en el hospital por un dolor desconocido y yo no puedo estar con ella. Si no tuviera que revisar y aprobar unos documentos, hace seis horas que estuviera en el jet privado directo a París.

—Este el es el ultimo contrato, señor Hamilton —me dijo la encargada de la contaduría de la empresa—. Llevamos un bajo porcentaje con las nuevas modelos, la mayoría no son muy... abiertas al cambio.

—Sin cambio no hay trabajo, sin trabajo no hay paga, recuérdales eso por favor —firmé el contrato y lo dejé junto a los otros— ¿Es todo?

—Si, señor. Les sacaré copia para archivarlos y se lo enviaré a su padre por correo.

Tomé mi saco y me despedí de ella, agradeciéndole por el buen trabajo. Es un alivio el haber visto que la mayoría de los contratos estaban intactos, salvo por algún pequeño error que no tiene importancia. El estado de cuenta está estable, aunque se está gastando mucho en darle oportunidad a novatas que no se toma esto con seriedad, es una pena.

Intentamos darles oportunidades a muchas jóvenes para ayudarle a cumplir sus sueños, pero la mayoría solo ve la fama y no el trabajo que eso requiere, dándose por vencida desde el principio o haciéndolo de mala gana. Se le llama no saber aprovechar las oportunidades, cosa que me pone de malas porque al menos deberían de pensar que ese trabajo por el que sudaron y lloraron, les dará una buena vida.

Salí del edificio verificando la última conexión de Cristal: hace cinco minutos. Bien, si no quiere responder un mensaje, le llamaré.

El timbré sonó una, dos y tres veces antes de enviarme directo al buzón. Sin darme por vencido, y furioso de que me haya cortado, volví a llamarle.

—¡No me hables, imbécil! Intento estar furiosa contigo y tu me mandas ese mensaje de... ¿Qué era? ¿Seducción? ¡JA! —dijo al momento en el que respondió sin dejarme decir una palabra— ¿Te gusta excitar a las mujeres para dejarlas cuando te aburres? Maldito, maldito, maldito...

—Querida, tu fuiste la primera en correrte y la que cayó dormida casi de inmediato.

—¡No es cierto! —me reí divertido por la conversación— ¡No te rías, Greggory!

—A ver, me duele el hombro, tengo el ojo morado y tu no has hecho nada más que gritarme. ¿Dónde están mis buenos días?

La escuché suspirar y una sonrisa se escapó de mis labios al imaginarla sentada en la cama que compartimos ayer, usando mi camiseta, recostada en el respaldo y mordiéndose su labio inferior. Solo imaginármela, me excita, no hablemos como será poder verla.

Hamilton Playboy |Serie Hamilton| #2.7 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora