Capítulo 8

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Hay razones para huir, siempre es bueno saber dar marcha atrás antes de recibir el impacto y el dolor

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Hay razones para huir, siempre es bueno saber dar marcha atrás antes de recibir el impacto y el dolor. Creo que soy mejor huyendo que enfrentándome a los problemas que la vida me presenta. Pero, este es un problema que yo solita me busqué.

—¿Qué quieres qué? —pregunté incrédula.

—Que me acompañes a Los Ángeles como la buena esclava que eres.

Apreté la almohada contra mi pecho, aguantando las ganas de golpear su maldito perfecto rostro de modelo de Calvin Klein. ¡Maldición! ¿Por qué tengo que pensar en su cuerpo desnudo en estos momentos? ¡Está llamándome "esclava"!

—No iré a ningún lado, menos contigo —me levanté del sofá y él me imitó, cruzándose de brazos. No podía ver sus ojos debajo de sus lentes de sol, pero podía sentir su mirada sobre mi—. Púdrete, Gregg.

Quería huir de él, esconderme debajo de una roca para no tener que ver la luz del sol de nuevo. Estoy cansada de que me maneje a su antojo y si, es cierto que lo he lastimado y que nunca soy justa con él, pero esto es demasiado.

Me agarró del brazo antes de que pudiera salir del salón y me empujó a la pared, acorralándome con su cuerpo. ¿Por qué me tienen que gustar estas escenas de novela? ¡Está mal! Y cuando acarició mi mejilla con suavidad, todo empeoró.

—Pudrámonos juntos en el infierno, que nos culpen por caer en la tención de la carne, porque demonios, deseo cada centímetro de tu cuerpo.

Y aquí, murió Cristal Ricci.

No, pero si dejé que el idiota tomara mis labios como si fueran suyos, como si perteneciera a su amante. En todo caso, creo que soy mas una simple amante para él y siempre será así. ¿Por qué torturarme deseando algo más? Si un simple hombre no me quiere para el resto de su vida, ¿Por qué lo haría Gregg Hamilton? Y me odio por pensar así, pero estoy llegando al punto de querer mandar mi positivismo a la mierda.

Mamá lo dijo, soy mas una muñeca que una mujer y lo he comprobado una y otra vez.

Un sollozo salió de mi entre sus besos, las lagrimas se deslizaban por mis mejillas y el dolor consumía mi corazón. ¿Ser una mujer? Por favor, soy mas bien pinocho, con el sueño de querer vivir.

—Haz lo que quieras conmigo, Gregg —le dije entre dientes, sintiéndome peor con cada movimiento de la manecilla del reloj—. Ya me da absolutamente igual.

Lo empujé para librarme de su agarre y esta vez, me dejó salir del salón. Corrí escaleras arriba, ignorando el llamado de Nicolás cuando me lo crucé por el pasillo y me encerré en la habitación que tenía preparada para mí. Me deslicé por la puerta, dejándome caer de rodillas mientras lloraba con todas mis fuerzas, queriendo terminar con el nudo en mi pecho de una buena vez.

Las palabras de mamá nunca desaparecerán de mi cabeza, me seguirán en mis pesadillas, torturándome la vida. Cada respiro que doy, es el recuerdo de cuando me llamaba "muñeca", cada segundo que pasa, debía ser un alivio al recordar que, si estoy viva, pero no sucede.

Hamilton Playboy |Serie Hamilton| #2.7 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora