2. Consequences

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"Loving you was young, and wild, and free.

Loving you was cool, and hot, and sweet (...)

But loving you had consequences."

Cualquier abrazo te hace sentir bien, te hace sentir calmado, apoyado, acompañado... Cualquier abrazo se siente bien, pero los abrazos suyos cuentan con esa diferencia: que son suyos.

Y me aparto, tomo la iniciativa de hacerlo, porque de lo contrario esto podría hacerse eterno. Y las cosas eternas, o son pocas, o se vuelven pesadas. Nosotros fuimos más bien bastante efímeros.

No digo nada más, ninguno de los dos pronuncia una sola palabra. Me limito a irme en silencio, a volver a casa sin su compañía, no porque no la quiera, sino porque sé que me haría más daño. Le escribo un mensaje a mi padre para decirle que me he ido y le doy las gracias por acogerme en su estudio por un rato. Mientras tatuaba y yo me limitaba a estar allí tumbada, como una enferma sobre una camilla, me contó un poco más de su vida adolescente, de su etapa "rebelde". No sé por qué lo hizo. Ni siquiera le mencioné lo que me pasaba realmente y por qué tenía aquella cara de muerta, pero él, por alguna razón, creyó conveniente distraerme con sus historietas.

Echo mucho de menos a mi padre estando en casa. Echo de menos comer todos los días con él, y con mamá, y ver películas y series juntos. Seguimos haciendo esas cosas algunos fines de semana en los que me quedo a dormir en su casa, pero no se siente igual ni de lejos.

Cuando atravieso la puerta me encuentro a mi madre y a su novio en el sillón, viendo probablemente alguna serie. Me saludan, les saludo y me dispongo a seguir de largo.

—Ey, Carter.

Pongo los ojos en blanco sin que me vean. ¿Qué querrá Jamie de mí? Cualquier estupidez.

—¿Sí? —me hago la amable. El novio de mi madre no me cae mal, la mayoría del tiempo, pero ha sido un día bastante duro y no me apetece hablar demasiado.

—Mira... —Pone la espalda erguida y me mira a través de las gafas.

Son gafas con montura casi invisible. Solo veo cristales delante de sus ojos. Veo una camisa de cuadros de manga corta, unos vaqueros anchos y algunas canas salteadas por su cabeza. Estoy segurísima de que cuando vaya a la universidad, al menos uno de mis profesores se parecerá con él.

—No pienses que sé lo que ha pasado, porque no lo sé... —sigue hablando, con esa expresión amigable característica—, pero es evidente que algo ha pasado y que no es un buen día para ti.

Muy observador. O tal vez solo se lo haya contado mi madre. Después de que me fui del instituto, de que me escapé, los profesores comunicaron mi ausencia en las siguientes clases y la directora llamó a mi madre. Pocos minutos después ya estaba en casa preguntándome por qué narices me había fugado del instituto.

—Quizá la lectura te ayude a distraerte. —Me tiende una bolsa de plástico con algo en su interior.

La cojo, parpadeo sin entender y veo el contenido.

—Lo he comprado en un mercadillo de segunda mano. Cada vez que veo libros siempre me acuerdo de ti y de tu madre.

Leo la portada y paso las páginas rápidamente. Es un libro de poesía contemporánea...

—¿Para mí?

Estoy alucinando un poco.

—Claro. —Sonríe y se queda mirándome.

Vaya.

—Gracias —le digo y no muestro una sonrisa, pero solo porque estoy demasiado descolocada como para hacerlo. ¿El novio de mi madre acaba de regalarme un libro sin que sea navidad o mi cumpleaños?—. Muchas gracias.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora