34. The Climb

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"The struggles I'm facing, 

The chances I'm taking

Sometimes might knock me down, 

But, no, I'm not breaking..."

Desde temprano mi padre se ofrece a llevarnos al hospital. Me pregunta que si he dormido bien y asiento con la cabeza, cuando en realidad estoy mintiendo. Anoche tuve que esperar a que mi madre se durmiera para poder salir a la calle y deshacerme de aquella caja con el maravilloso regalo que había en su interior. Estuve a punto de vomitar. Después de eso volví a la cama, pero los pensamientos no me dejaban conciliar el sueño. Traté de enviarle mensajes a Louis de forma continua solo para asegurarme de que estaba bien, pero llegó un momento en el que paré porque sabía que ambos necesitábamos dormir. En cualquier caso, tenía demasiadas preguntas, y un poco de miedo también. El tercer aviso está cerca... ¿Y por qué fui yo la destinataria? No lo entiendo. ¿Por qué esa caja no terminó en casa de Louis sino en la mía? Tal vez porque la perjudicada voy a ser yo nuevamente, o tal vez me están poniendo a prueba de alguna forma. Y ahora... ¿qué coño hago?

Louis entra en el coche de mi padre y nos saluda con pocos ánimos, forzando una sonrisa. Me he sentado detrás para acompañarle.

—¿Cómo has pasado la noche? —le pregunto.

Me alivia verlo hoy sano y salvo, no voy a mentir. No hay rastro de otra paliza por ninguna parte.

—Como siempre.

Se lo noto, en esas ojeras características.

—¿Tú?

Me encojo de hombros y antes de que se abroche el cinturón se inclina sobre mí para darme un beso en la frente. Sonrío ante el contacto. Mi padre no comenta nada y pone en marcha el coche.

—Mi madre va a justificar nuestra falta en el instituto —le informo, buscando su mano. La estrecho con suavidad y él me devuelve el gesto.

—Gracias.

Me dan ganas de lanzarme sobre él para quedar abrazados durante todo el camino. Su cara de cansancio y tristeza me enternece el corazón. Ojalá pudiera hacer algo para cambiarlo.

***

Una que vez que llegamos a la planta, dejamos que él entre solo a la habitación. No se lo preguntamos pero es evidente que es lo que necesita. Mi padre y yo nos vamos a la pequeña sala de espera que hay junto al ascensor. Los sillones son de colores, acolchados y hay unos cuantos libros en la mesita del centro. También hay una máquina de café y de dulces. De momento, solo somos nosotros dos. Nos sentamos, él en un sillón azul y yo en uno rojo, y guardamos silencio durante un rato. Es tan temprano que apenas se escuchan ruidos fuera. Vemos pasar a algunos enfermeros, alguna que otra persona para las visitas... pero en general todo parece bastante solitario.

—Puedes irte, papá. Tienes que trabajar.

—Por un día no pasa nada.

Suspiro y me acomodo más sobre el sillón. Nos hemos vuelto a quedar sin conversación, y entonces me viene a la mente lo inevitable.

—¿Qué vais a hacer tú y mamá?

Ahora el que suspira es él. Me mira por una eternidad con sus ojos azules.

—Eso es algo que todavía estamos pensando —declara finalmente.

Me alegra que lo estén pensando y que no se lancen a hacer las cosas de forma impulsiva... Nótese la ironía.

—Pues, cuando lo penséis, ¿podríais comunicármelo? Porque yo también formo parte de la familia.

Presiona los labios y asiente varias veces con la cabeza, como si se arrepintiera.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora