35. Titanium

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"You shoot me down, but I won't fall

I am titanium..."

Las molestias de hinchar el colchón han sido en vano. Todos sabíamos que iba a terminar quedándose conmigo en la cama pero por alguna razón a mi madre le tranquilizaba más saber que había un colchón para él.

Cuando me despierto, hace calor. Él me da todo el calor. Seguimos abrazados, como cuando nos dormimos, aunque ahora es su cabeza la que está pegada a mi pecho. Le acaricio el pelo de forma suave. No pretendo despertarle todavía. Los dedos se me hunden entre sus mechones castaños, y no me canso de hacerlo una y otra vez. Despertarme todos los días así con él, ese sería uno de los deseos que le pediría al genio de la lámpara.

De repente, entre el silencio, surge una melodía suave y ascendente. Mierda, es la alarma. Supongo que ninguno de los dos va a dormir mucho más. Por la posición en la que me encuentro me resulta imposible estirar el brazo para alcanzar a parar la alarma, así que dejo que suene durante un rato.

—Carter... No soy un perro.

Sonrío.

—No eres un perro —le doy la razón—, eres un gatito.

Paro de acariciarle el pelo y entonces levanta la vista hacia mí. Un gatito de ojos azules.

—¿De verdad me quedé a dormir en tu casa?

Vuelvo a sonreír. Habla con voz ronca, y eso me pone un poco cachonda, debo admitirlo.

—Va a ser que sí. Esto significa un paso más en la relación —bromeo.

—¿Uno solo?

Observo cómo se aparta el pelo de la cara y se pasa los dedos por los ojos.

—Me pregunto cuántos días más estará allí.

Por un momento me planteo qué debe sentirse al despertarte por la mañana y recordar la pesadilla del día anterior, recordar que tu madre no está en casa, que no estás con ella. Tu madre está hospitalizada porque su mente se está deteriorando a la velocidad de la luz y, mientras ella cada vez sea menos consciente de ello, él presenciará de primera mano esa caída en picado.

—Los que sean, estaré contigo —le prometo.

***

Mientras él se queda en la cocina un instante yo me voy a mi habitación para vestirme. Me peino el flequillo rápidamente y salgo de nuevo. Cuando me voy acercando al marco de la puerta de la cocina percibo la voz de mi madre hablando con él. Presto atención.

—No quiero imaginar a Carter, de tu misma edad, pasando por lo que has pasado tú. No es justo que tengas las mismas responsabilidades que un adulto.

Dudo que él responda algo pero aún así me mantengo expectante en silencio.

—Puedes quedarte con nosotras —prosigue ella—. No soy tu madre, solo soy una desconocida para ti, pero no quiero quedarme sin hacer nada. Si lo que puedo ofrecerte es estancia, lo haré.

Trato de imaginarme cómo lo estaría pasando si esto hubiera ocurrido semanas antes, o si él y yo no estuviéramos juntos. ¿Qué habría pasado con él? ¿Estaría solo o hubiese pedido ayuda de algún tipo?

—Carter, sal de ahí. Deja de cuchichear.

Pillada.

—Tus instintos detectivescos nunca dejan de sorprenderme.

Entro en la cocina sin más con una pequeña sonrisita.

—Espero que te hayas vestido así para ir a clase.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora