9. Pasado

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Louis.

No tengo lápiz, porque lo he perdido, así que me dedico a hacer los ejercicios con bolígrafo y hago grandes tachones cuando me dan resultados ilógicos. Tras cada problema o enunciado resuelto, levanto la vista para echar un vistazo al aula. No es que me interese lo que estén haciendo los demás, sino que simplemente el silencio me está poniendo un poco nervioso. Se escucha a alguien sorbiendo por la nariz cada diez o quince segundos, se escuchan las teclas de las calculadoras al ser pulsadas, alguna tos seca y las páginas de las libretas al ser pasadas. Me pregunto si algún día dejaremos de venir al instituto a perder el tiempo. Estar aquí para resolver ejercicios individualmente es algo que podría estar haciendo en mi casa o en la biblioteca y me ahorraría tener que compartir estancia con esta gente. Agacho la cabeza y resoplo de forma silenciosa. Me duele la cabeza y vuelvo a notar el cansancio de haber dormido poco. Es como un reloj; no me deja completar el ciclo del sueño y luego por el día tengo esta cara de zumbado. A veces he pensado en la posibilidad de tomarme sus pastillas para dormir, pero sé que eso solo podría suponer más problemas. Si yo duermo cuando ella está despierta, ¿qué cosas podría hacer? Podría hacer de todo, y podría hacerse daño también.

Me aparto el pelo de los ojos, intentando peinar el flequillo con los dedos, y devuelvo la mirada hacia el siguiente enunciado del problema. Lo leo tres veces, no porque no lo entienda, sino que porque creo que la vista empieza a fallarme y veo todo borroso. Parpadeo varias veces hasta que leo con nitidez y comienzo a resolver operaciones. Todo sigue igual de silencioso, igual de quieto, hasta que de pronto se oye el sonido de megafonía. La directora está a punto de dar un mensaje, y a mí se me revuelve el estómago. Espero que no tenga que ver conmigo, espero que no me hayan pillado... Eso es lo que tiene meterse con cosas con las que no deberías, que vives asustado y en alerta constantemente.

—Carter Jones —pronuncia la mujer y todo el peso que tenía encima cae de golpe, dejándome libre y sin carga.

Sigo escapando, de momento.

—A mi despacho.

La orden de la directora suena bastante seria y cortante, y entonces el megáfono vuelve a su estado inactivo. La chica de pelo castaño se pone en pie, tan desconcertada como todos, y empieza a andar hacia la salida. La gente mantiene los ojos sobre ella, incluyendo a la profesora, y de pronto siento la incomodidad como si yo estuviera en su lugar. Yo ya me estoy acostumbrando a las miradas entrometidas, pero se nota que ella no lo lleva tan bien. No mantiene contacto visual con nadie, no deja que su expresión pueda verse, y sale del aula.

Me fijo en la rubia, en su mejor amiga, para comprobar que parece más asustada que la propia Carter Jones. Ayer viendo porno y hoy aviso por megafonía... Está teniendo una buena racha.

Vuelvo a centrarme en los ejercicios y no levanto más la cabeza en todo lo que queda de clase.

Cuando suena el timbre del recreo, comienzo a recoger a la mínima velocidad, como a cámara lenta. Voy dejando que todos salgan hasta que finalmente todas las sillas están vacías, y me dejo caer sobre la mía. Saco el móvil de la mochila y reviso posibles llamadas o mensajes, sin embargo todo parece tranquilo. Lo guardo de nuevo y saco la libreta para terminar los ejercicios de matemáticas que me quedan, ahora a solas de verdad. Pronto me noto más cansado todavía y decido que necesito ir a por algo de azúcar. Me cuelgo la mochila sobre un hombro y salgo al pasillo solitario. Me gusta moverme por los pasillos cuando no hay gente, me gusta pasar los recreos alejado de la gente.

Al entrar en la cafetería, intento que no se note mucho mi sorpresa. Desde una cierta distancia, observo a la chica tras la barra. Apoya los codos en ella y parece aburrida. Aburrida por la situación o aburrida tal vez de la vida. El pelo liso le cae por toda la espalda, y brilla. Su flequillo también brilla y está un poco despeinado. El corte le cae justamente encima de los párpados y al no ser mucha cantidad de pelo se fragmenta en pequeños mechones que quedan separados unos de otros. Aun así, sus ojos son tan grandes y llamativos que un flequillo es incapaz de eclipsarlos.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora