16. Pasado

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Louis.

Pasado.

Mi madre ya no trabajaba, por lo que se pasaba el día entero en casa salvo por aquellas veces en las que se empeñaba en salir andando a comprar. Nunca había sido de conducir mucho si su destino estaba cerca y podía llegar andando, pero ya parecía como si se hubiera olvidado por completo del coche. Como ya se había olvidado de muchas cosas. A veces intentaba salir a comprar por las noches, y yo le decía que los comercios ya habían cerrado. No lo entendía, no me escuchaba. Ella se empeñaba en salir. También se había olvidado de los conceptos de día y noche.

Dejó de preguntarme por el instituto, por los exámenes, por las notas... Ni siquiera se había percatado de que Abel y Eric ya no solían pasarse por casa. Preparaba la "cena" a las cinco de la tarde e insistía mucho en que comiera. Yo le decía que era demasiado pronto para cenar, sin embargo su respuesta era la misma: ninguna. Daba la impresión de que no me escuchaba, de que no se molestaba en decodificar mis palabras, su significado... Yo le podría preguntar qué hora era y ella podría contestarme que hacía calor. Las conversaciones empezaron a carecer de sentido.

Aunque no era siempre así. En ocasiones parecía normal, en ocasiones hablaba como una persona común y hacía cosas comunes... pero de pronto su mente hacía clic y se convertía en otra persona. Era desconcertante. A veces esos cambios me hacían dudar y pensaba: ¿la loca es ella o soy yo? Y ya le había comentado la posibilidad de ir al médico. Evidentemente no le especificaba el motivo real, porque no iba a entenderlo, sino que le hablaba de problemas menores como su repentino insomnio por las noches o que necesitaba uno de esas extracciones de sangre anuales recomendadas... No obstante, su contestación era la misma siempre: "yo estoy bien". No podía decirle abiertamente que empezaba a manifestar síntomas de algún tipo de deterioro cognitivo o algo parecido... porque eso solo lo empeoraría todo. O tal vez no. Tal vez yo no se lo dije con tanta claridad por miedo, porque decirlo en voz alta lo convertía en más real todavía. Y no quería. Estaba asustado. Y solo.

Un jueves por la tarde tuve mi primera reunión con el que iba a ser mi nuevo jefe, por llamarle de alguna manera. Cuando contacté con él por primera vez, se rió en mi cara. Literalmente sus fuertes carcajadas resonaron en mis oídos y un escalofrío desagradable me recorrió todo el cuerpo. Había dado el paso, me estaba metiendo realmente en eso... y estaba más asustado todavía. Pero yo mostré confianza, seguridad, y prometí que no se arrepentiría de darme un voto de confianza. Ese fue mi segundo gran error. El tercer gran error fue perder aquella mercancía meses después.

Al principio estaba tan perdido... Sabía tan poco del mundo de las drogas que a lo máximo a lo que llegaba era a distinguir un porro de un cigarrillo. Todo lo demás era nuevo para mí, desconocido. Y tuve que aprender. Y pronto empecé a probar. A probar vendiendo y a probar consumiendo.

Ese jueves por la noche entré en casa y no encontré a mi madre ni en la cocina ni en el salón, así que fui a mirar a su habitación. Me asomé por la rendija que había dejado la puerta y permanecí en silencio, observando y escuchando. En un primer momento pensé que estaba hablando por teléfono, pero pronto recordé que ella ya no hablaba por teléfono. No lo utilizaba. Ni lo tocaba. Era como si no existiera. Se había olvidado de él.

Estaba sentada en el suelo y en sus manos sostenía una de sus revistas de cotilleo.

—Esta aquí... Esta aquí... Así, así. Muy bien.

La escuchaba con atención.

—Esto lo pones aquí. Claaaro... Están todas. ¿No lo ves? Sí, sí.

Parecía como si realmente hubiera alguien con ella y estuvieran manteniendo una conversación. La diferencia es que no había respuestas reales a sus diálogos. Quizá en su mente sí. Quizá en su mente allí había alguien y estaba hablando con ella.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora