39. Butterfly Fly Away

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"Brushed my teeth and combed my hair, had to drive me everywhere

You were always there when I looked back

You had to do it all alone, make a livin' make a home..."


Es sábado y no tengo clase. Son las ocho de la mañana y debería de estar durmiendo, sin embargo, en lugar de eso, unas voces suaves me despiertan. En cualquier otra ocasión me habría dado la vuelta en la cama y habría conciliado el sueño de nuevo, pero este sábado en especial es diferente. Este sábado me recuerda a otros sábados lejanos. Así que me levanto, me peino el pelo con los dedos y recorro descalza el pasillo. Asomo la cabeza junto a la puerta de la cocina y entonces les veo desayunando juntos. Se les nota extraños, poco acostumbrados ya a la escena, pero con sonrisas en sus miradas.

No digo nada. Me mantengo a escondidas y en silencio durante unos segundos. Jamás pensé que volvería a presenciar algo así otra vez. ¿Mis padres juntos de nuevo? Ni siquiera me lo había planteado, pero ahora que lo estoy viviendo me doy cuenta de que me aporta calma. Verlos en la cocina mientras desayunan antes de irse a trabajar me calma, y me hace sentir una seguridad extraña.

Me vuelvo a la cama, aunque sé que ya no podré volver a dormirme. Cojo un libro de la estantería y continúo por donde lo había dejado, hace mucho tiempo. Pasa una media hora y en la casa reina el silencio. Ellos ya se han ido y yo me he quedado sola. Cojo el móvil y descubro un mensaje. La sonrisa es inmediata.

Louis: No puedo dormir. No sé qué me pasa. Sé que tú sí estás dormida ya, así que te digo los buenos días para cuando te despiertes.

Me saco una foto con mi carita de recién levantada y se la envío con el texto "buenos días a ti también". Y el mensaje se queda ahí durante un buen rato. Horas. Quien duerme ahora es él.

Le escribo a Ana y le ofrezco un maratón de series, como en los viejos tiempos. Definitivamente estos últimos dos días han sido de recordar viejos tiempos. Saco galletas de la despensa, meto en el microondas una bolsa de palomitas con sal, exprimo zumo de naranja y lo vierto en dos vasos y uso un bol para unos frutos secos salados.

Ella elige la serie, por supuesto. Ponemos "Siren" porque es la que está siguiendo ahora y me cuenta, entusiasmada, un poco del argumento para convencerme de que es buenísima. La empezamos desde el primer episodio a pesar de que ella ya ha visto unos cuantos y se hacen innumerables las veces en las que tengo que mandarla a callar porque está a punto de revelarme algo importante sobre el argumento. Cuando terminamos el episodio cuatro, hacemos un parón. Ella se va al baño porque "se mea", cito palabras textuales, y yo me quedo en el sofá comiendo palomitas. No me preocupa comer sobre el sofá de terciopelo de mi madre. Con los años hemos adquirido la habilidad de comer aquí sin machar absolutamente nada.

—Oye —le digo cuando regresa—, ¿qué tal con tu novio?

Pronuncio la palabra "novio" con un tono especial, extraño, y es que todavía no me acostumbro del todo.

—Bien. —Se encoge de hombros, avergonzada. Ella siempre tan adorable.

—Las dos tenemos novio —caigo en la cuenta—. ¿No es increíble? Sabía que este sería nuestro año.

—Lo es —me da la razón y me quita el bol con las palomitas—. Y ese novio no ha terminado siendo Cooper. Las vueltas de la vida...

Asiento, despacio. No me apetece recordar los últimos acontecimientos relacionados con Cooper.

—Y... bueno... ¿Qué habéis hecho?

No quería sacar el tema pero lo he sacado igualmente.

—Si estás preguntando por sexo... —Me tira una palomita en toda la frente—. No, todavía no.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora