40. Home

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"You'll never feel like you're alone

I'll make this feel like home..."


Louis.

Resoplo, con fuerza, y me quito la camisa de un tirón. ¿Adónde voy yo con una camisa de botones? ¿Y estos vaqueros? Estoy tan nervioso que ya no soy consciente de mis actos. No tengo por qué vestirme de una forma determinada. Se supone que esa mierda no es lo importante ahora. Se supone que hoy todo cambia, para siempre. Se supone que ya mi vida no volverá a ser como era. Ya cambió con la llegada de la enfermedad, y ahora volverá a cambiar. No sé si me aterroriza más la vida que llevaba antes o la que voy a llevar a partir de hoy. O quizá a partir de mañana. Desconozco el momento exacto, pero sí sé que será muy pronto.

Me visto con un chándal y una sudadera y me quedo mirándome al espejo. Me veo quebrado, literalmente. No quedó ni un solo espejo entero después del "tercer aviso", ni siquiera el de mi habitación, así que he pegado algunos trozos como buenamente he podido y ahora mi reflejo está dividido por innumerables pedazos irregulares.

Carter: ¿Estás listo?

Mentalmente no, pero debo hacerlo de todas formas.

Louis: Sí.

Carter: Perfecto. Ven cuando quieras.

Me meto el móvil en un bolsillo y las llaves de casa en otro y camino hasta la puerta de la entrada. No sé cómo me siento con respecto a dejar esta casa. Antes de que todo se volviera una locura, solo conservo recuerdos buenos con mi madre. Ha sido mi casa desde que nací, no puedo evitar ese pensamiento. Sin embargo, después de que ella comenzara a decaer... estas paredes se convirtieron en una cárcel, tanto para ella como para mí. Por más que lo intento, los peores recuerdos son los que primero me vienen a la mente, los más recientes.

Salgo por la puerta, antes de ponerme más sentimental todavía, y emprendo mi camino. Quizá hoy mismo vuelva a andar por esta carretera vieja y agrietada, o quizá no vuelva a hacerlo más. Mi vida ahora depende de la ley.

En casa de Carter nadie está listo todavía. Sus padres van de un lado a otro mientras se peinan, se visten, se cepillan los dientes... Que el baño esté justo al lado del salón te permite presenciar todas las carreras que hacen de un lado a otro. Carter casi ha terminado. A mi lado, en el sofá, ata los cordones de sus botas negras. El perfume que se ha puesto me tiene literalmente cautivado. Cada vez me acerco más a ella de forma sutil, como un ratón que olisquea la comida.

—Estás muy callado —comenta, terminando con la segunda bota. Se pasa las manos por el pelo, por el flequillo, y me mira con una pequeña sonrisa compasiva.

—Porque tengo miedo —admito, en voz baja.

Presiona los labios, en un gesto triste, y se inclina sobre mí para abrazarme. Agradezco el abrazo, agradezco el perfume, agradezco su cuerpo pegado al mío.

—Todo irá bien.

Eso es lo que todo el mundo dice, de forma automática. Es como el "cómo estás". ¿Cómo estás? Bien. Es automático. Aunque te estés muriendo por dentro, la tendencia es decir "bien". El "todo irá bien" es igual, como una frase hecha.

Me mira con sospecha cuando escuchamos el timbre sonar.

—Quién puede ser... —murmura, mientras se levanta a abrir.

Tras la puerta aparece una mujer joven, rubia, al lado de un crío que me resulta bastante familiar. El pequeño diablillo ha regresado. Casi puedo adivinar la cara que está poniendo Carter ahora mismo. Casi puedo saber lo que se le está pasando por la cabeza. Sería algo con muchas palabrotas.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora