36. Pasado

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Louis.

Me paso la mitad de la tarde tirado sobre la cama, mirando el techo como si hubiese un proyector que dibujara la imagen justo en la pared. No hay ningún proyector en realidad, solo soy yo teniendo la imaginación desbordada. No paro de repetir las imágenes en mi cabeza una y otra vez. Así exactamente estuve casi toda la noche, cerrando los ojos y viendo a Carter en bragas sobre mí. No llevaba sujetador bajo la camisa cuando me abrió la puerta, tampoco pantalones. Revivo la escena de ella besándome en su habitación. Se pegó demasiado a mí. Sus piernas rodeaban mi cuerpo. Sus labios... Últimamente me la paso todo el día cachondo. No puedo parar de pensar en ella.

Me obligo a desconectar una vez que se hace la hora. He quedado con el capullo de Jerry.

Busco a mi madre en cada estancia y la hallo junto a una pared del salón. Se está mirando al espejo con mucha atención. Me pregunto, con tristeza, si se reconoce. Me pregunto si sabe que es ella a quien ve, o si ni siquiera es consciente de que ahí hay una imagen. A veces la pillo observando alguna fotografía, y habla. Habla como si realmente estuviera manteniendo una conversación con alguien. Incluso me atrevería a decir que sus conversaciones consigo misma tienen más sentido que las que mantiene conmigo.

—Hola, mamá. ¿Qué haces?

—Hola —responde, despacio, buscando el lugar de donde procede la voz. Una vez que sus ojos chocan conmigo, sonríe abiertamente. Sonríe tanto... Más que cuando no estaba enferma. Cualquiera que la viera en este momento pensaría que está feliz. ¿Y lo está? ¿Cómo puedo saber si es feliz? ¿Lo puede saber ella? No sé si las personas con deterioro cognitivo son conscientes de sus emociones. Quizá en su mente esté pensando que sonríe porque está feliz de verme, o quizá su mente esté prácticamente vacía.

—¿Qué estás haciendo? —vuelvo a repetir.

—Nada.

Por tonto que parezca, me alegro de que al menos la respuesta tenga sentido con la pregunta. A veces le pregunto cómo está y me dice un número, y cosas así.

—Voy a salir un momento. Ahora vuelvo.

La costumbre de dar explicaciones. Ya de poco sirve. No recordará lo que le he dicho. Puede que ni siquiera lo haya entendido. Yo que pensaba que esta mierda solo consistía en ir perdiendo memoria... y me he dado cuenta de que perder la memoria es lo mejor que puede pasarte, de entre todas las demás consecuencias.

No me responde, lo que me confirma que no ha entendido el mensaje. Me voy sin mirarla más, sin esperar una palabra más. Cuanto más la miro menos la reconozco. Y esa persona que era ya no volverá. Y solo puedo pensar en llorar.

Jerry está más gracioso de lo normal. Parece tan feliz y despreocupado llevando su vida y su negocio, y luego estoy yo, que me sigo cagando en los pantalones cada vez que salgo a por algo, o a vender algo.

—Vamos, chiquitín. —Me da un toque en el brazo y se parte de risa.

No me hace gracia que me llame chiquitín, pero me hace gracia su tono.

—Todo está yendo de perlas. Me estás cayendo bien.

—Ya, claro —murmuro por lo bajo.

Empieza a llover de forma débil, pero ninguno de los dos dice nada al respecto. Continuamos hablando, hasta que por alguna razón desvío la mirada. Algo me estaba pidiendo que lo hiciera. Carter. Mierda.

Carter me está viendo hablar con él. Lo reconoce, como casi todo el mundo en este pueblo. Incluso desde aquí diviso su expresión y cómo parece que todo le cayera encima, o que todo se viniera abajo. Reacciono y voy tras ella, sin embargo, echa a correr.

La alcanzo y la obligo a parar. Entonces veo más de cerca sus ojos, y al que se le cae todo encima es a mí.

—Me mentiste...

Supongo que sí. No tengo argumentos para defenderme. Corre de nuevo, esta vez de manera definitiva. En cuestión de segundos la pierdo de vista.

Las gotas siguen cayendo sobre el asfalto. Escucho que Jerry me llama, pero todavía no he logrado reaccionar. Me quito la capucha de mala gana, me aparto el pelo de la cara... Ojalá pudiera tener algo a mano para estrellarlo contra el suelo.

—Joder.

Me agacho. Quedo de cuclillas y me cubro la cara durante un buen rato.

—Joder, joder, joder...

Otra cosa más que se va a la mierda. No tengo ni puta idea de cómo voy a solucionar tanto.

—¡Ey, chaval! —sigue gritando Jerry por detrás.

Agradezco que esté lloviendo, así al entremezclarse las gotas no se sabe qué es lluvia y qué son lágrimas. 

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora