21. Pasado

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Louis.

Educación física es una de mis muchas pesadillas. Al menos, antes solía serlo. Ahora... más bien es un aburrimiento. Es una hora casi completa sin hacer nada, solo estar sentado, observar lo que hacen y escuchar lo que se explica. Tomo notas a veces, otras simplemente voy almacenando la información en mi memoria... Todo en este instituto es un asco pero las asignaturas que implican interacción lo son todavía más. Sé que puede sonar raro pero me cae mejor la gente a la que no conozco. En un pueblo pequeño, en el que solo existe un instituto, todos te conocen (o creen conocerte). Por muy escondido que hayas estado durante toda tu vida, siempre tendrán algún dato, correcto o no, sobre ti del que partir. Si esto fuera la universidad y estuviera ante ochenta o cien personas totalmente desconocidas, todo sería más fácil. Nadie miraría y pensaría: mira, el de las drogas. Nadie me juzgaría con la mirada. Nadie sabría que soy el solitario misterioso. Simplemente sería empezar de cero, como alguien totalmente nuevo.

Levanto la vista cuando siento que alguien se acerca. Mientras todos dan vueltas a la cancha siguiendo órdenes como perritos falderos, la señorita Jones se dirige hacia mí. Por un momento pienso que me va a dar algo para que "se lo guarde". Es un pensamiento estúpido, pero es lo que hacíamos en el colegio. Te quitabas la chaqueta y le pedías a tu compañero el rarito que se quedaba sentado si podía cuidar de ella para que nadie se la robara. Sin embargo, parece que hoy no soy el rarito guarda chaquetas.

Se sienta a mi lado. ¿Se sienta a mi lado? ¿Esto es real?

—¿Qué excusa pones para que te deje estar aquí sentado?

Vaya. Es valiente. Lo es por estar acercándose a mí, y por estar desafiando a la autoridad con silbato que se hace llamar profesional de la educación física.

—Ninguna. No quiero hacerlo y ya está.

Llegué a un acuerdo simple: no participar en ninguna de las clases a cambio de un diario de la asignatura. Solo anoto lo que los demás hacen, el objetivo que pretenden con cada actividad, los músculos que estiran, las reglas de los deportes... y también hago unos cuantos trabajos extra. Eso es todo. No puedo optar a la máxima nota final por no estar haciendo la misma modalidad que los demás, pero a mí me parece justo. No quiero la nota máxima, solo quiero pasar de curso.

—¿Por qué no?

Aparta la vista de mí. Me estaba mirando sutilmente, aunque no a la cara.

—Educación física implica interaccionar —puntualizo.

¿Por qué me estás hablando, Carter Jones? ¿Por qué estás aquí conmigo interesándote por lo que hago o dejo de hacer? Esas son mis preguntas.

—La gente de clase me sobra. Cuanto menos interactúe con ellos, mucho mejor.

No sé por qué estoy siendo tan sincero... Ni siquiera sé por qué estoy hablando tanto. Es todo un record. En cualquier caso, me da igual ser sincero y que sepa mis motivos. Me da igual que estos sepan que básicamente les odio. Aunque más que odio... es una cierta indiferencia.

Y ella insiste preguntando. Que por qué interactúo con ella... Tiene una respuesta bastante sencilla: porque ella interactúa conmigo. Me impresiona que lo haga. Es decir, no es que tenga ningún mérito hablarme, pero es que nadie lo hace. No quiero que nadie lo haga. Bueno... ella... Ella no me molesta.

Busco su mirada, esos ojos azules enormes y llamativos. No... Ella no me molesta en absoluto.

El profesor la descubre a mi lado y grita su nombre. La charla se ha terminado. Durante lo que queda de hora me dedico a observarla. No lo disimulo. No me importa que se dé cuenta.

***

Cuando termina la maldita clase, pasa lo que predije mentalmente: viene a mí de nuevo. Tuve la impresión de que no se quedó satisfecha con la conversación anterior, y por eso supe que se atrevería a volver.

—Hola.

—Hola.

Sigo andando con calma.

—¿Puedo hacerte unas preguntas?

Siento que me está investigando. Que me han pillado, que han dado el chivatazo y que saben lo que llevo a veces en la mochila.

—Me temo que estoy un poco ocupado, agente Jones.

No sé de dónde me ha salido la vena humorística, pero bueno, ahí está.

Camino y ella se queda atrás. Dejo de oírla y de sentirla a mi lado, así que asumo que mi comentario la ha dejado en silencio. Agacho la cabeza, doy unos cuantos pasos más... y de repente doy la vuelta y me acerco a ella. No puedo irme y ya está. He quedado como un capullo dejándola sola.

—Vale, haz las preguntas —digo, con resignación.

Conozco de antemano esas preguntas. No soy gilipollas. La primera sobre el centro de menores me sorprende, no voy a mentir. Muestro confusión por un momento, un instante en el que nos miramos. La del DNI falso es demasiado típica y lo de acostarme con la profesora de lengua... Esa ni se me habría pasado por la cabeza.

—Buf... Ojalá.

Al menos en esa no estoy mintiendo.

Finalmente llega la de las drogas y yo lo niego. Sigo pensando que tiene valor. Venir a hablarme y hacerme esas preguntas de forma tan directa... podría ser periodista. Luego le pregunto si cree que soy peligroso y me dice que no. No me tiene miedo, no le importan los rumores, va directa al grano... ¿Dónde habías estado todo este tiempo?

***

No sé cómo me aguantáis, con lo lenta que soy actualizando... No me lo perdono ni yo.

El objetivo de Louis Tomlinson [LIBRO II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora